EDITORIAL VIDA NUEVA | Cáritas atendió en 2015 a 1,96 millones de personas en España, una cifra que esconde cómo se ha cronificado la grave situación que atraviesan en su día a día las personas que reciben su ayuda. Los primeros auxilios que ofrece toda entidad eclesial a quienes están en riesgo o sufren la exclusión social siempre buscan dar un salto más allá del asistencialismo.
Después de dignificar al invisible, se busca empoderarle a través de programas de formación. Es más, la Iglesia se convierte en oficina de búsqueda de empleo, cuando no directamente en generadora de puestos de trabajo.
Que una persona y, por tanto una familia, retorne al mercado laboral es la única vía para abandonar la pobreza. Pero tener un empleo tampoco lo garantiza, dada la precariedad e inestabilidad de los contratos.
Por eso, es apremiante un compromiso real de toda la Iglesia para que ejerza su voz de denuncia ante la ausencia de justicia social y sea capaz de presionar ante los actores políticos, sociales y económicos para promover un modelo laboral basado en la solidaridad. Esa bandera, que corre el peligro de ser enarbolada por determinados sectores, se encuentra en el mástil de la Doctrina Social de la Iglesia.
Publicado en el número 3.005 de Vida Nueva. Ver sumario
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