Editorial

Un mártir del perdón ante el yihadismo

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Editorial de ‘VN’ tras el primer ataque yihadista a una iglesia europea

Jaques Hamel, sacerdote asesinado en Rouen 26 julio 2016

Jaques Hamel fue degollado mientras oficiaba la eucaristía

EDITORIAL VIDA NUEVA | Arrodillado ante el altar y degollado. Al celebrar la eucaristía. Así murió Jacques Hamel en su parroquia de Normandía. Una reacción inmediata lleva a pensar que este atentado supone una declaración de guerra al catolicismo o que se ha iniciado un enfrentamiento de religiones.

Detenerse solo en la crueldad del asesinato de este sacerdote francés lleva a un reduccionismo ante la complejidad del problema. Es cierto que se trata del primer ataque del islamismo radical en Europa a un templo católico. Sin embargo, son cientos los crímenes y actos violentos sufridos por las comunidades cristianas de Oriente Medio y África reivindicados por el Estado Islámico y sus satélites. El reguero de sangre del yihadismo no se detiene en quienes edifican su vida desde el Evangelio. Su objetivo es más amplio: la sociedad occidental, basada en los valores del humanismo cristiano.

Pero incluso quedarse ahí obviaría otro colectivo. Detenerse en países donde tiene su cuna el Estado Islámico permite constatar que la barbarie terrorista también tiene como objetivo a cualquier musulmán, cualquier ciudadano que quede fuera de su inaceptable interpretación de la sharia. La prueba son esos miles de musulmanes muertos a manos de quienes dicen ser sus hermanos en la fe.

La muerte del sacerdote francés
solo tiene sentido
si la respuesta de la Iglesia y de la sociedad,
aunque cueste, es el perdón.

Han iniciado una guerra contra todo y contra todos, a veces encubierta por falacias políticas, otras amparándose en una falsa motivación religiosa. Pero nunca con argumentos que justifiquen la muerte de estos mártires del yihadismo o que puedan identificar al islam como una religión violenta.

¿Cómo responder a esta espiral de violencia? Ni quienes conocen el origen y desarrollo del extremismo islámico aciertan a dar una solución. Pero la experiencia y la memoria sí apuntan cuál no debe ser el camino. En política internacional, la apuesta por responder con una exhibición de fuerza fruto de la rabia. Como sociedad europea, levantar muros o estigmatizar al otro solo contribuye al objetivo de los terroristas: sembrar el miedo y la sospecha, romper con la paz en la vida diaria.

¿Y como Iglesia? La única vía posible nace del perdón, aunque el dolor generado invite a reaccionar con odio, a pesar de la sensación de vulnerabilidad que dejan tras de sí atentados como los de Niza o Normandía. La Cruz de Jesús marca el camino siempre: entregarse por amor, hasta dar la vida si es necesario. De ello han sido testigos los mártires cristianos, ayer y hoy.

El P. Hamel enseñó a romper estereotipos sobre el islam: meses atrás donó una parcela del templo para construir una mezquita. El diálogo con el imán local refleja que el único modo de plantar cara al fanatismo es la unidad. Su muerte solo tiene sentido si la respuesta de la Iglesia y de la sociedad, aunque cueste, es el perdón.

En el nº 2.999 de Vida Nueva. Del 30 julio al 5 de agosto de 2016

 


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