Editorial

Un hombre como pocos

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Destaca hoy esta revista la personalidad de un conductor de bus que durante más de 30 años llevó a los pasajeros urbanos a su destino, formó un hogar, tuvo hijos y también, con mano firme y sabia, los orientó como Dios manda.

Entre sus pasajeros tomó puesto en el bus y en su vida la que hoy es su esposa, con quien formó un hogar que ya cuenta con una historia de amor y de fidelidad de 43 años.

No es un personaje de esos que asombran por alguna hazaña insólita como la del taxista que descubre abandonado en su vehículo un maletín con millones de pesos y lo devuelve, el que salva una vida después de una carrera heroica, o el que expone su vida para salvar a sus pasajeros amenazados por un delincuente o por un desastre. A estos los destaca una prensa sensible a lo extraordinario, lo asombroso o lo sensacional. Este conductor de bus aparece en nuestras páginas por un motivo diferente.

El relato de su vida y el registro de sus pensamientos hacen repetir una y otra vez que sí es posible que en una vida ordinaria aliente un espíritu extraordinario. En él se ven posibles realidades que el mundo de hoy está comenzando a mirar como extraordinarias e imposibles. En él se juntan lo ordinario y lo extraordinario como asuntos posibles.

Esa sonrisa y buen humor a sus 80 años no son lo ordinario. Las enfermedades, las frustraciones, los malos recuerdos mezclados, hacen el coctel agrio y amargo que bebe a diario el viejo resentido. Este hombre, por el contrario, recuerda sus largas y extenuantes jornadas como pequeños triunfos que lo llevaron a la victoria de una vejez apacible, de los hijos graduados y de la vida de hogar que en su vejez transcurre en paz.

También se sale de lo común ese hombre convencido de que es posible construir el futuro. Reuniendo con disciplina espartana para pagar la universidad de los hijos, las monedas de 500 que le entregaban los pasajeros, bajando del bus al hijo que se había resignado a vivir la misma rutina de su padre; abriéndoles los ojos y el espíritu cuando todo les decía que para los pobres las oportunidades se cuentan con los dedos de las manos, los empujó por caminos nuevos y más ambiciosos, y les mostró que en la vida hay posibles que se pueden obtener.

La vida de este hombre disipa esa niebla oscura que oculta la posibilidad de un matrimonio y de un hogar iluminados por el amor que se renueva constantemente y por la fidelidad a un compromiso, que le da solidez y confianza a la vida. Si hoy los hijos le reconocen que tuvieron el mejor hogar posible, si ellos sienten que de sus padres recibieron la herencia de una vida ejemplar y hermosa, es porque la fidelidad y el amor siempre renovado, son posibles.

La vida de este hombre no es única. Es seguro que debe haber casos semejantes en esta y en las otras clases sociales y en los distintos oficios y profesiones.

Si ante el desastre que diariamente cuentan los medios de comunicación fuera necesario, como en los tiempos bíblicos, reunir diez justos, en nuestras ciudades se rebasaría completamente ese número de muestra.

Ellos viven el milagro de sus bellas vidas como una hermosa rutina; sin embargo, no es bueno que permanezcan así, silenciosos e invisibilizados. Es necesario gritarlo desde las terrazas y desde lo alto de los montes: que el Reino de Dios es posible y que el Evangelio puede ser lenguaje diario en un bus urbano.