Editorial

Un consistorio más universal que los anteriores

Compartir

EDITORIAL VIDA NUEVA | El Papa ha celebrado, coincidiendo con la fiesta litúrgica de Cristo Rey, su quinto consistorio, creando seis nuevos cardenales procedentes de América (uno de Colombia y otro de los Estados Unidos), tres asiáticos y un africano. Con estos nombramientos, el Colegio Cardenalicio queda compuesto por 211 purpurados, de los que solo 120 pueden participar en un eventual cónclave. El resto, aunque pudiera ser elegido, no puede elegir por tener más de 80 años.

De los cardenales españoles en la Curia, solo podrían votar Cañizares y Santos Abril, ya que Martínez Somalo sobrepasa la edad. De los que están en España, solo tres: Carlos Amigo, emérito de Sevilla, y los cardenales de Madrid y Barcelona, Rouco y Martínez Sistach, aún en ejercicio pastoral pese a haber rebasado la edad canónica de jubilación. Los otros, Carles, Álvarez y Estepa ya no podrán participar en el cónclave al superar la edad.

De nuevo ha extrañado que no haya españoles en la lista de nuevos cardenales. Habrá que esperar a otro momento. La edad de los actuales, así como el hecho de estar de salida algunos, podría haber hecho que Roma espere para más adelante, cuando quede fijado el escenario episcopal español para los próximos años.

Mucho se ha hablado sobre este consistorio. El hecho de que sean solo seis, y que no haya europeos, se ha interpretado como la respuesta a las críticas que se llevaron a cabo tras el último, en el que hubo un peso más curial e italiano. No debemos olvidar que en el consistorio en el que Pablo VI creó cardenal a Ratzinger –el último de Montini– fueron también muy pocos.

Los cardenales no solo tienen
el deber de ser fieles hasta derramar su sangre,
sino también de ayudar a los papas,
desde la verdad, incluso crítica, al gobierno.

Con estas incorporaciones se abre el abanico para hacer un colegio cardenalicio más universal y menos curial. Este fue el intento de Pablo VI, así como el de Juan Pablo II, aunque en muchas ocasiones se ofreciera como premio o como camino para alejar de sus países de origen a algunos arzobispos con dificultades. La Curia en los años de los últimos papas ha tenido un color más universal, si bien el sector italiano nunca perdió la fuerza que le da la historia y el propio escenario.

La universalidad del Colegio Cardenalicio no solo ayuda a un eventual cónclave, sino también al gobierno mismo de la Iglesia. La armonía entre los cardenales que trabajan en las Iglesias locales y los que lo hacen en la Curia vaticana es un deseo del Papa actual, y ha puesto para ello caminos adecuados. Él mismo vivió la mayor parte de su servicio cardenalicio en la Curia, a la que conoce bien y a la que ha pretendido, con pocos resultados de luz corta, reformar en aspectos relacionados con la organización interna.

Este deseo de reforma, que se ha visto frenado por intereses ajenos, ha sido un intento de los tres últimos papas que ha dado menos frutos de los esperados.

Es importante que el Colegio Cardenalicio no se quede en el mero oropel. Los sucesivos encuentros del Papa con sus hermanos sirven al pontífice para tener una idea más precisa de la vida de las Iglesias. En este sentido, los cardenales no solo tienen el deber de ser fieles hasta derramar su sangre, sino también de ayudar a los papas, desde la verdad, incluso crítica, al gobierno.

Este nuevo consistorio aportará riqueza y, quién sabe si pasado el tiempo, también podría traernos un nuevo Papa.

En el nº 2.826 de Vida Nueva. Del 1 al 7 de diciembre de 2012

LEA TAMBIÉN: