Editorial

Santos con el espíritu del Vaticano II

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EDITORIAL VIDA NUEVA | Acabamos de celebrar en Tarragona la beatificación de 522 mártires que murieron por ser fieles a la fe profesada. Con ese acto, la Iglesia nos ha propuesto a esos hombres y mujeres como modelos a imitar, como testigos de una forma de vivir la coherencia hasta sus últimas consecuencias.

Obviamente, a nadie se le pide que salga corriendo a buscar el martirio, como proclamaban apologetas de antaño y recuerdan algunos nostálgicos de hogaño con espíritu de cruzada, pero todos los fieles sí estamos obligados a buscar la santidad, que ha de ser consecuencia ineludible de la vivencia de su fe.

Ese deber es el que se recuerda en la Solemnidad de Todos los Santos para vivir con alegría la interpelación que nos hacen quienes ya disfrutan de la presencia amorosa de Dios, como nos indica el Pliego que ofrecemos esta semana.

¿Pero cómo vivir hoy esa santidad? Transitando la senda de la humildad y la justicia, viviendo la cotidianidad con nuestro “pequeño y humilde testimonio”, como nos invitó el papa Francisco al comienzo de su pontificado, en la eucaristía celebrada en San Pablo Extramuros: “Hay santos del cada día, los santos ‘ocultos’, una especie de ‘clase media de la santidad’, como decía un escritor francés, esa ‘clase media de la santidad’ de la que todos podemos formar parte”.

Son hombres y mujeres que tratan de vivir su fe
de manera comprometida, fiel, alegre,
con la atención constante a Dios, abiertos a sus signos,
disponibles a su proyecto y no tanto al propio.

Se refería el Papa a Joseph Malégue, a quien recordó también en su día nuestro José Luis Martín Descalzo en Razones para el amor, cuando señalaba: “Si abrimos con más atención los ojos, vemos que además de los santos de primera, hay por el mundo algunos santos de segunda y bastantes de tercera. Esa buena gente que ama a Dios, esas personas que, cuando estamos con ellas, nos dan testimonio casi físico de la presencia viva de Dios; almas sencillas, pero entregadas; normales, pero fidelísimas. Auténticas clases medias de la santidad”.

A poco que miremos con atención a nuestro alrededor podremos descubrirlas. Y más en estos tiempos de crisis y desesperanza, donde la fraternidad toma el relevo en el cuidado del prójimo al que debieran estar obligadas las instituciones públicas y multiplica esfuerzos y abrazos para llegar hasta donde era impensable.

Son hombres y mujeres que tratan de vivir su fe de manera comprometida, fiel, alegre, con la atención constante a Dios, abiertos a sus signos, disponibles a su proyecto, y no tanto al propio, leyendo con realismo los acontecimiento del presente, atentos a lo que les rodea, tomando las decisiones más sensatas, preocupándose por todos y por cada uno, con amor, especialmente por los niños, los ancianos, por quienes son más frágiles, también por la Creación, convirtiéndose en sus custodios, como también propuso Francisco.

Actuando así en la tierra, en donde peregrina el Pueblo de Dios, entramos plenamente en la comunión con los santos, ya en la Iglesia celestial, tal y como nos propuso Lumen Gentium, reforzando vínculos y estimulando una manera de proceder en libertad y con ánimo profético que ya experimentaran aquellos antes.

Es, en palabras de nuestro colaborador, Jesús Sánchez Adalid, “ser santos según el espíritu del Concilio Vaticano II”.

En el nº 2.868 de Vida Nueva. Del 26 de octubre al 1 de noviembre de 2013.

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