EDITORIAL VIDA NUEVA | No le tiembla el pulso. Francisco lo evidencia una vez más en la determinación con la que ha expuesto a la Curia su programa de reformas en marcha. Sabedor de la existencia de resistencias, que llega a calificar de “malvadas”, ve en ellas reflejo de ese diálogo que él mismo ha promovido antes y después de aterrizar en Roma. Incluso plantea que esas críticas han de ser escuchadas, atendidas y alentadas a que se expresen.
Es tiempo de que la reforma sea acogida por cada uno de los creyentes, por aquellos que están en el terreno de juego en parroquias, colegios, hospitales, en la política, en la vida cotidiana. La reorganización de la Santa Sede y la actualización normativa solo se podrá materializar en lo concreto si se produce un verdadero cambio en el corazón de los católicos con los criterios guía que plantea, que exigen valentía evangélica, visión de futuro, mucha oración y silencio positivo cuando fuera necesario.
En estas lides, nadie sobra para Francisco, mal que les pese a quienes buscan tensar la cuerda y forzar una destitución que los encumbre en falsos mártires. Para promover una Iglesia inclusiva y sinodal que no deje a nadie fuera, tampoco le tiembla el pulso.
Publicado en el número 3.018 de Vida Nueva. Ver sumario
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