Hace un año vivíamos un hecho trascendente para esta parte del mundo. El primer Papa latinoamericano visitaba Ecuador, Bolivia y Paraguay. Un recorrido maratónico que realizó por su continente natal en casi 10 días (con todo lo que esto implica para una persona de 78 años de edad). Durante esta visita, en cada uno de los países, Francisco fue dejando mensajes claros en donde denunciaba el desinterés por el otro, el desprecio por la vida y la explotación de un sistema excluyente, especialmente en América Latina.
En Paraguay, el 11 de julio de 2015, el Sumo Pontífice participó de un encuentro con representantes de la sociedad civil paraguaya. Allí, Graciela Congo, secretaria de educación de la Central Unitaria de Trabajadores Auténticos (CUTA) confió a Vida Nueva: “en Paraguay, el aumento de la extrema pobreza nos dice claramente que la distribución de las riquezas no es equitativa, porque se queda en manos de un pequeño grupo que acapara en vez de repartir”.
Frente a la realidad de nuestras tierras, siguen floreciendo propuestas de solidaridad con gente que quieren donar su tiempo como voluntarios.
Esta afirmación es contundente. Describe la realidad de una sociedad caracterizada por el consumismo, el individualismo y el egocentrismo. Sin embargo, frente a esta dura y triste certeza, en nuestras tierras siguen floreciendo propuestas de solidaridad para con los otros, con hombres y mujeres que quieren donar su tiempo como voluntarios. Así es que, en esta edición de Vida Nueva, presentamos a Manos Abiertas Argentina, una organización cristiana para servir, promover y dignificar a quienes más lo necesitan. Y para ellos, “el voluntariado es puente entre dos grandes necesidades: la necesidad de dar, de darse ante el dolor, la injusticia; y la necesidad de ser ayudado, de ser ‘reconocido’, existencialmente hablando”.
Según Forbes y Credit Suisse Group, las 85 personas más ricas del planeta poseen la misma riqueza que la mitad más pobre de la humanidad. Para Manos Abiertas Argentina, el dato de esta estadística “es fruto de la injusticia, de la indiferencia, de la avaricia a costa de la vida de otros”. Pero como ‘no está muerto quien pelea’, “el voluntariado es un signo de la globalización de la solidaridad”.