Editorial

Más que un juguete

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Para los niños y los adolescentes Internet es un juguete, el más divertido y adictivo. Lo digital llegó, fue entretenimiento, fue tecnología innovadora, creó una cultura y se quedó como parte de la vida diaria hasta el punto de que hoy es válida la pregunta: ¿qué sería del mundo sin Internet?

No es una tecnología moralmente buena o mala; es buena o mala según las aplicaciones que le den sus usuarios. Puede ocurrir entonces que un formidable medio de comunicación, el más poderoso conocido hasta hoy, estará incomunicando, encerrado entre los muros levantados por el egoísmo del usuario.

Los estudios que hoy se hacen sobre los efectos de esta tecnología acaban en un llamado de alerta: a las sombras de la tecnología digital está creciendo una generación adicta, solitaria, egoísta y sin voluntad para enfrentar las dificultades de la vida e incapaz de crear. Pero puede ser otra cosa.

Escribía el Papa el año pasado con motivo de la Jornada de las Comunicaciones: “el entorno digital es una plaza, un lugar de encuentro en donde se puede acariciar o herir, tener una provechosa discusión o un linchamiento moral”. En efecto las generaciones digitales tienen y tendrán una fisonomía en la que se reproducirá la buena o mala aplicación de la poderosa tecnología. “La red puede ser utilizada para hacer crecer una sociedad sana y abierta a la puesta en común”, se lee en el mismo mensaje de modo que es forzoso concluir que el futuro dependerá en buena parte del uso que se haga de este medio de comunicación.

“El entorno digital es un lugar de encuentro, en donde se puede tener una provechosa discusión o un linchamiento moral”, Francisco

Aparece así la grave responsabilidad que hoy recae sobre el hogar, el colegio, la universidad, lugares en donde se forman las actitudes. El uso de esta tecnología está configurando actitudes.

Que el niño, el adolescente o el universitario, ante estos instrumentos se limite a entretenerse o a comunicar o a llegar al ambicioso objetivo de la comunión con los otros depende de la orientación que reciban. Que se valgan de estas facilidades técnicas para divertirse o para ayudar a otros o para ampliar conocimientos, todo depende de la formación que reciban.

No es un juego ni una manera divertida de pasar el tiempo; la tecnología digital es mucho más: puede estar formando una generación egoísta y solitaria o de corazón abierto y generoso. Todo depende del influjo que se le reconozca para hacer el mundo más humano que merecen las generaciones que vendrán. 

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