El retiro de monseñor Leonardo Gómez Serna, obispo de Magangué, cuando aún le quedaban cinco años para la edad de retiro, resulta un caso ejemplar.
Puesto que la enfermedad le impide la actividad pastoral a que estaba acostumbrado, de movimiento permanente hasta los lugares más lejanos e inaccesibles dentro de su diócesis para ese cara a cara del pastor con toda su feligresía, prefirió hacerse a un lado para que otro con salud suficiente continúe su tarea.
El gesto tiene a la vez el componente del desapego y el de la generosidad que convierte el retiro en una decisión pastoral, más que personal. Fue una decisión no impuesta por los códigos ni por presión jerárquica alguna, sino como resultado de su visión pastoral.
Y llega a su retiro con una experiencia acumulada durante una intensa actividad de servicio a la paz y a su feligresía; pero la tarea de un obispo no se detiene con el retiro. La de los eméritos es una sabiduría que no caduca por asuntos de edad o de enfermedad, y en esto la Iglesia habrá de tener una lucidez mayor que la de la ciudad secular que subutiliza la sabiduría de sus viejos y, al pensionarlos, parece renunciar a un valioso recurso humano.
En la edición pasada de VNC # 59, celebrábamos la colaboración prestada a los lectores por tres obispos eméritos que aportaron sus reflexiones sobre el poder en la Iglesia. Son pensamientos documentados y enriquecidos por una larga experiencia pastoral, base de una sabiduría necesaria para la vida de la Iglesia. En la Iglesia no tiene por qué acogerse la pragmática y utilitaria mirada de la ciudad secular cuando archiva a sus viejos.
En la entrevista de Vida Nueva Colombia con monseñor José Leonardo Gómez (# 59) lo mismo que en la rica reunión con los obispos eméritos, López, Marulanda y Sarmiento, quedó claro que “hay mucho que hacer en la misión pastoral”, que decía monseñor Gómez Serna al esbozar su agenda de emérito: predicación de la palabra de Dios, celebración de los sacramentos y compromiso con los pobres y marginados.
En realidad cada uno de ellos es un valioso capital humano que a la luz de la fe se transforma en un tesoro de sabiduría y de ejemplo de vida.
Al retirarse a su convento de Chiquinquirá, el obispo de Magangué inicia otra forma de servicio, más profundo quizás que el de sus correrías de pastor. Lo mismo sucede con todos los eméritos, son presencias del espíritu que no cesan ni pierden su vigor. VNC