Editorial

La Patagonia y sus desafíos pastorales

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“Tierra de oportunidades”, la define D’Annibale; “tierra de Dios”, Infanti; y “alejada y llena de desafíos”, Bastres. Es que sin hablarlo entre sí, estos tres obispos –de Río Gallegos (Argentina), de Aysén, y de Punta Arenas (Chile), respectivamente– expresaron a su manera lo que significa la Patagonia. Literalmente, no dijeron lo mismo, pero implícitamente los tres valoran a su modo, y según su experiencia pastoral, al territorio más austral del mundo como un lugar que invita a quedarse, a comprometerse con la vida y a trabajar por la gente para la construcción del Reino.

En la punta sur de Latinoamérica, entre el Atlántico y el Pacífico, se extiende esta maravillosa tierra que en cada uno de sus paisajes despunta la belleza de la Creación: las costas, las orillas, la aridez, el viento, las montañas, la nieve, los glaciares. Todo esto, a medida que se avanza en el paisaje, constituye una verdadera invitación de Dios.

Pero la belleza del paisaje no deja de lado los desafíos que implica el territorio, con su duro clima, sus días más cortos, sus islas difícil de unir si no es por mar o por aire. Esta geografía sureña, específicamente en la Patagonia argentina, invita a mucha gente a asentarse, ya que el trabajo en la industria del petróleo es prometedora. Por eso, D’Annibale resalta que uno de los temas sociales más complejos en su diócesis es el de las migraciones: “En la Patagonia la migración es constante. En un tiempo fue la de Chile, ahora hay migración interna de nuestro norte, pero también de Bolivia, Paraguay, Perú y de países de Centroamérica”. No hay duda que la movilidad humana es un desafíos muy grande para la Iglesia (y la industria petrolera, un desafío para toda la humanidad).

Una de las problemáticas que comparten las tres diócesis es la alta rotación laboral que hace inestable la labor pastoral, “requiriendo empezar de cero con frecuencia”, asegura Bastres. Y esto empieza en muchos casos con los hijos de las familias que alguna vez decidieron ir y asentarse en la Patagonia. “Nuestros estudiantes más capaces emigran a universidades del norte y pocos regresan”, continúa este obispo chileno. Y da un dato escolofriante: “Esta zona tiene el más alto índice del país en suicidios de adolescentes y jóvenes, signo de la debilidad familiar y del pesimismo que favorece el período invernal con poca luz solar”.

Sin embargo, para fortalecer la cultura, la espiritualidad, la inculturación de la liturgia y la formación y vocación de los jóvenes, Infanti está promoviendo “la devoción y el ejemplo del beato Ceferino Namuncurá, joven, mapuche, patagón, quien bajo su lema tan sencillo y tan abrazador, ‘quiero ser útil a mi pueblo’, propone una espiritualidad muy integral”.

Propuestas, ideas, acciones que desde los distintas realidades diocesanas se ponen al servicio de los habitantes de la Patagonia más austral del planeta.