Editorial

La Eucaristía, fuente del amor y del sacerdocio

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Publicado en el nº 2.709 de Vida Nueva (del 22 al 28 de mayo de 2010).

Se abre una semana con marcado carácter eucarístico. Por un lado, en Toledo, se celebra el X Congreso Eucarístico Nacional con el lema Me acercaré al Altar de Dios, a la alegría de mi juventud. Será este fin de semana y será el cardenal Sodano el encargado de clausurarlo en nombre del Papa. El encuentro es una ocasión para profundizar en la importancia del misterio eucarístico y de su relevancia en la vida de la Iglesia, de la que es fuente y meta. La dimensión comunitaria y el compromiso que manan de la Eucaristía no pueden estar ajenos a este evento, aunque esté revestido de ornato celebrativo. Quedarse sólo en la celebración externa es el peligro de estos congresos. Ahondar en su importancia fontal, el reto.

Más allá de la adoración y del culto debido, la Eucaristía es fuente del amor y del compromiso con la justicia, preferentemente con los más pobres. En estos momentos en los que la crisis económica azota con virulencia a muchas familias, este Congreso Eucarístico Nacional bien podría ser una excelente ocasión para que la Iglesia muestre su solidaridad y cercanía para con las víctimas que más la están padeciendo. Sería bien visto un gesto que haga ver a todos que la Eucaristía y la Caridad están unidas en esencia, y que los cristianos encontramos en ella la luz, la fuerza y el impulso para seguir trabajando por un mundo mejor.

Por otro lado, coincidiendo con la celebración litúrgica del Corpus Christi, que en España se celebra el próximo domingo 6 de junio, aunque en algunos lugares sea el 3, jueves, se conmemora también el Día de la Caridad. Un símbolo más de esa unidad esencial de la que hablamos. La Comisión Episcopal de Pastoral Social ha emitido un mensaje en el que, poniendo el acento en el Año Sacerdotal, se aborda la figura del sacerdote como hombre de caridad. En el comunicado se dice que “el ministerio de la caridad pertenece a todo sacerdote por su bautismo, porque la caridad es tarea de todo fiel en la Iglesia. Pero además, pertenece al sacerdote por otras razones más particulares y hondas que nacen de su identidad y ministerio sacerdotal, como su configuración con Cristo Cabeza y Pastor”. Y continúa diciendo: “Es en este contexto de la dimensión comunitaria de la caridad donde se comprende y ejerce adecuadamente la tarea de presidir en la caridad. Una tarea que no consiste en monopolizar la acción caritativa y social, como si fuera algo que compete sólo al sacerdote, sino en sensibilizar a la comunidad sobre la dimensión caritativa y social de la vida cristiana, promover la corresponsabilidad, implicar en ella a los órganos de comunión y participación de la comunidad parroquial y favorecer la coordinación de la acción caritativa y social, tanto en el ámbito intraeclesial como en el social”. Es en la caridad pastoral donde el sacerdote halla el mejor termómetro de su vocación. Una vida excesivamente volcada en el culto desnaturaliza la vida sacerdotal. Una vida que sólo tenga la acción social como itinerario, desfonda el don y ministerio recibidos. Ambos polos son necesarios, pero en la caridad pastoral está el criterio para la reflexión sobre el quehacer pastoral del sacerdote.

No podemos olvidar que 2010 es el Año de lucha contra la Pobreza y la Exclusión Social. En este Año Sacerdotal que estamos terminando, y en todo el 2010 contemplando el misterio de la Eucaristía, es el momento de dar gracias a Dios por el don que significa su presencia eucarística y de orar por los sacerdotes y por todos aquellos que son víctimas de la pobreza y la exclusión social. Unas jornadas, pues, llenas de sentido y de compromiso.