Editorial

La COPE, la radio de la Iglesia española

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Publicado en el nº 2.607 de Vida Nueva (Del 5 al 11 de abril de 2008).

La comunicación en la Iglesia es un reto no resuelto del todo, pese a los esfuerzos de mejora. El proceso comunicativo está en la base de la evangelización: comunicar a todos y en todos los lugares la Buena Nueva del Reino con los medios adecuados. En lo que se refiere a los modernos medios de masas, ya el Vaticano II ofreció claves para su uso y Juan Pablo II expuso en su Magisterio interesantes propuestas evangelizadoras. Hoy más que nunca la evangelización tiene un instrumento eficaz, imprescindible e importante en el mundo mediático, sin que ello anule la prioridad de la adhesión personal a Jesucristo y su compromiso comunitario.

La Iglesia ha tenido y tiene presencia mediática y, como sucede en España, también es propietaria de medios de comunicación. La COPE es el más significativo. La eclesialidad ofrece a esta cadena de emisoras un referente que no puede perder de vista en su trayectoria empresarial. Creemos que hoy la COPE es necesaria. En primer lugar, porque en un contexto cultural y político como el nuestro, necesitamos una voz constructiva que, desde la perspectiva del humanismo cristiano, vaya más allá de los intereses meramente economicistas y partidistas. Una voz que promueva la objetividad, la defensa de la verdad de Dios y del hombre, el espíritu crítico y la concordia; una voz que defienda la vida, la libertad religiosa, la dignidad de la persona; una voz que grite contra la injusticia y la pobreza y que saque a la luz los valores del Evangelio como propuestas de una vida plena. Y en segundo lugar, porque en un momento en el que algunos medios de comunicación silencian lo religioso o lo atacan, es necesaria una voz pública de la Iglesia que diga la verdad de sí misma y del mensaje que transmite. Una COPE que cumpliese estas tareas sería la voz de todos los cristianos, no sólo de unos pocos; es la voz que los obispos han pedido en el Ideario aprobado en Asamblea Plenaria. Se trataría de la “COPE de todos” los cristianos como expresa el titular del pliego que Vida Nueva publica hoy. Está en juego la imagen y la misión de la Iglesia, representada en este ámbito empresarial por los obispos, concretamente por el Ejecutivo, que adquiere una grave responsabilidad en sus decisiones. A no pocos creyentes extraña que los meros criterios de audiencia o de rentabilidad económica puedan prevalecer sobre la línea editorial. No es sólo algún sector marginal de la Iglesia el que está molesto, sino una gran parte de cristianos para los que COPE debe de ser voz profética de la Iglesia.

No debe nunca una emisora de la Iglesia servir a la discordia, al enfrentamiento. COPE debería evitar la descalificación, la agresividad, el abuso del lenguaje, o la información sesgada. El estilo profético está en las palabras, pero también en los silencios. A COPE le corresponde defender la verdad sin gritos ni atropellos; con propuestas ilusionantes y constructivas. El camino de la verdad es siempre el camino de la caridad. No se puede optar por decir las verdades a coces. Como dijo en cierta ocasión Juan XXIII, una verdad sin caridad, deja de ser verdad.