EDITORIAL VIDA NUEVA | La apuesta por la intercongregacionalidad no se ofrece ya como una utopía, sino como una realidad profética que funciona y enriquece tanto a los propios institutos como a aquellos que se benefician de su labor. La puesta en marcha y el éxito de iniciativas como Red Frontera o Puente de Esperanza borran los temores de plantearse como un consuelo común ante la falta de vocaciones.
También se ha disipado el miedo a perder el carisma o la identidad personal, cuando supone un salto de generosidad desprendiéndose de la obra propia y de visiones localistas para ofrecer una mirada abierta de quienes comparten la pasión de Jesús “para que todos sean uno”. Y para que el mundo crea, como ya lo hacen los pobres, en la Vida Religiosa.
En el nº 2.947 de Vida Nueva. Del 27 de junio al 3 de julio de 2015
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