Editorial

Contra el imperio del oro

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EDITORIAL VIDA NUEVA COLOMBIA | Cuando una población con voz unánime le dice NO al oro y SÍ a las aguas, los bosques o el aire puro, es señal de que el imperio del oro se debilita.

En la mina La Colosa de Cajamarca hay un potencial de 28 millones de onzas de oro que la transnacional AngloGold Ashanti podría extraer y recursos para el Estado durante los próximos 30 años de 15 billones de pesos; pero la población no se ha dejado deslumbrar y se opone porque ha comprobado el peligro de contaminación que correrán sus fuentes de agua, de destrucción que sufrirán los bosques y la degradación del medio ambiente que traerán consigo los trabajos de la minera.

Los resultados de la consulta popular del pasado 26 de marzo se han convertido en un claro mensaje que, una vez más, significan que una es la visión del gobierno nacional sobre la economía y otra la de la población. Los habitantes de Cajamarca han notificado que una economía movida por el oro no es la que conviene a su municipio. Suena a “herejía” política y económica, pero es un modo se sentir y de ver el desarrollo que tiene en cuenta otros valores y otros objetivos de la economía.

De esa visión herética hace parte el papa Francisco cuando escribe: “la protección ambiental no puede asegurarse solo en base al cálculo financiero de costos y beneficios. El ambiente es uno de esos bienes que los mecanismos de mercado no son capaces de defender o de promover adecuadamente” (Laudato si’ 190).

También quedó claro en la consulta que el oro es un recurso prescindible, pero, en cambio, los bosques, el agua, el ambiente limpio no son prescindibles, son elementos necesarios para la vida. Con sabiduría elemental los campesinos dicen que el oro ni se come ni se bebe; los ríos y los bosques, sí. Es lo que Francisco escribió en su llamado a la conciencia del mundo para defender el planeta: “Frente al crecimiento voraz e irresponsable hay que pensar en detener la marcha, en poner límites racionales e, incluso, en volver atrás antes que sea tarde” (LS 193).

“El domingo 26 de marzo los votantes de Cajamarca sentaron un precedente histórico”

Esos límites son los que señalan los votantes de Cajamarca que, al mismo tiempo, estaban reclamando un derecho que las grandes mineras y el propio gobierno subestimaban. Con el argumento de que la nación es dueña del subsuelo, se hacía tabla rasa del derecho al agua, a los bosques, a la supervivencia de la población. Sea por un vacío legal, sea por malicia, durante años se concedieron licencias de explotación prescindiendo de la opinión de la población expuesta a los abusos de los contaminadores de aguas, destructores de bosques y del medio ambiente.

La autorización para la consulta popular –que no fue concesión sino reconocimiento de un derecho–  fue el comienzo de un proceso que permitió potenciar la voz de la población. El domingo 26 de marzo los votantes de Cajamarca sentaron un precedente histórico: la población tiene el derecho de intervenir en el trámite de las concesiones mineras porque son sus recursos naturales los que están de por medio.

Después de la jornada de Cajamarca la historia de las explotaciones mineras será distinta. Cajamarca y otros municipios han descubierto que ni la gran minería con capitales e intereses de empresas extrajeras, ni la minería ilegal, controlada a sangre y fuego por guerrilleros, paramilitares y bandas criminales, tienen autoridad para hacer minería y que el avance de la locomotora minera solo podrá darse cuando estén garantizados los bienes superiores de la población.

Interpelando la conciencia de la humanidad, advertía el Papa: “el medio ambiente es un bien colectivo, patrimonio de toda la humanidad y responsabilidad de todos. Quien se apropia algo es solo para administrarlo en bien de todos. Si no lo hacemos cargamos sobre la conciencia el peso de negar la existencia de los otros” (LS 95). Es, por tanto, algo que está por encima de las piruetas de los abogados que insisten en poner las leyes al servicio de las grandes empresas que les pagan. El derecho de las poblaciones, y de los pobres en especial, es el que se está recuperando.

Publicado en el número 167 de Vida Nueva Colombia. Ver sumario