Editorial

Iglesia en salida

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No espera que el mundo vaya hacia ella. Es ella la que va al mundo.

Mientras políticos y gobernantes vacilan, la Iglesia es afirmativa en relación con los migrantes y refugiados.

El pasado 15 de enero, con motivo de la Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado, el Papa volvió los ojos de todos hacia los más débiles entre esta parte adolorida de la humanidad. La razón de esta preferencia por los más débiles entre los débiles la dio el Papa: “se trata de acoger al señor Jesús presente en los más pequeños y vulnerables”.

Por esos mismos días de invierno en Europa, con sus rachas de frío, de lluvia y de nieve, el Vaticano y la Comunidad de San Egidio abrieron la iglesia de San Calixto, en el centro del Trastévere, a los habitantes de la calle. Para ellos hay cena, cama y asistencia.

Según una tercera noticia, el Servicio Jesuita al Migrante da voz a los migrantes que piden de los gobiernos educación y protección. Según UNICEF, uno de cada 200 menores es migrante o refugiado. La propuesta es la de fortalecer la campaña Hospitalidad, que busca, más que fondos, crear una conciencia de acogida y una erradicación del miedo y la desconfianza hacia las miles de personas que buscan lo que no pudieron encontrar en sus propios países: acogida y ayuda.

El Papa, al apoyar la campaña, urge soluciones permanentes, yendo a las causas de esta tragedia mundial.

Escribía José Antonio Marina en el libro que se reseña en esta edición, “creo que el cristianismo está a punto de cambiar de modelo, y la fe como conocimiento será sustituida por el modelo moral centrado en el agapé”. No es una teoría; los hechos están proclamando la aparición de ese cambio.