Editorial

¡Feliz Pascua! Renacen la esperanza y la alegría

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EDITORIAL VIDA NUEVA | Es la Pascua del Señor. De nuevo la Iglesia renueva el misterio que le da vida y sentido. No hay que buscar entre los muertos al que es la Vida. Es la clave y, desde esa clave, la Iglesia camina y proclama el mensaje evangélico. Cada tiempo pascual viene marcado y subrayado por características específicas.

Y en este año, el grito pascual adquiere una mayor significación en el corazón de quienes sufren ataduras de cualquier índole y que encuentran en el gozo de la Pascua un motivo de esperanza que los lanza al compromiso, y no solo a la plácida espera. Cristo ha vencido a la muerte y su cohorte. Su fuerza anida en nosotros para que nuestra lucha sea sin cuartel. No estamos solos en la batalla.

Feliz Pascua a quienes se ven lanzados a los márgenes de una sociedad que los ha engordado para ahora escupirlos: jóvenes, niños, mujeres, ancianos, enfermos. Muchos de ellos han sentido la zarpa de una sociedad que los ha ensalzado para lanzarlos al vacío. La felicitación pascual quiere ser una caricia y un aliento para que, en medio del dolor y del sufrimiento, recuperen la dignidad como personas. Nuestro compromiso pascual ha de traducirse en la cercanía y en el aliento en el dolor.

Feliz Pascua a quienes se ven
lanzados a los márgenes de
una sociedad que los ha engordado
para ahora escupirlos:
jóvenes, niños, mujeres, ancianos, enfermos.

Feliz Pascua a quienes vibran cada día en el calor de la familia, en la fraternidad de los amigos, en el trabajo que enaltece. Feliz Pascua también a los felices, para que sepan contagiar su felicidad a cuantos lloran y luchan en familias desgarradas por la economía o la ruptura de los lazos que la conformaron.

Una felicidad que sea testimonio comprometido para quienes están sin trabajo o en condiciones laborales infrahumanas; para quienes luchan y desesperan por hallar un primer empleo que los haga jóvenes ilusionados y útiles en el mundo. Una ejemplo para quienes cada día siguen mirando y buscando en los cristianos el testimonio que refresque el bochornoso camino.

Feliz Pascua a los sacerdotes ilusionados y a quienes luchan en su ministerio; a los religiosos y religiosas; a los laicos que ejercen tareas encomiables en muchas comunidades parroquiales y grupos apostólicos. Que sepamos todos vivir la riqueza de la Pascua sin sectarismos, como una familia que aumenta y se crece en la diversidad.

La Pascua nos regala la alegría,
la paz y la serenidad que elimina el miedo.
Son los tres grandes regalos
de la Pascua del Señor.

La Pascua nos regala la alegría, la paz y la serenidad que elimina el miedo. Son los tres grandes regalos de la Pascua del Señor. Al llegar al Cenáculo, los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Fue el regalo de una alegría plena que se cuela en las comisuras del alma y da calor a la entrega. Y les regaló la paz, la serenidad, para que su corazones no temblaran.

La paz que Él regaló es la que hoy la Iglesia debe regalar abriendo caminos de reconciliación. El Papa, en su discurso de Pascua, repasando los conflictos de la geografía mundial, abogó por el ministerio de la reconciliación y la paz. Pero también nos regaló como algo importante la supresión del miedo; el miedo de adentro y el miedo de afuera, el miedo que anquilosa, que frena, que debilita.

Con su Pascua desaparace el miedo y nos convierte en valientes defensores de su amor y misericordia. No hay miedo. Jesús no es un fantasma. Está vivo cuando cada uno de los hombres y mujeres de buena voluntad trabajan por un mundo mejor.

En el nº 2.796 de Vida Nueva. Del 14 al 20 de abril de 2012

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