EDITORIAL VIDA NUEVA | Dios es comunicación. La historia de la salvación se escribe desde un diálogo constante entre Dios y su pueblo: la zarza, los ángeles, la estrella, las crónicas de los evangelistas, las epístolas… No en vano, la Palabra se hizo carne y la razón de ser de la Iglesia radica en el anuncio de la Resurrección con todos los medios a su alcance: del testimonio de vida al manuscrito, de la imprenta a las redes sociales. De ahí que, dentro del marco de reformas promovidas por Francisco, los nuevos estatutos de la Secretaría para la Comunicación no sean asunto baladí. Y no solo porque afecte a 600 trabajadores que representan el 12% de la plantilla vaticana.
Al igual que sucede en otras áreas curiales, urgía sanear y optimizar los múltiples recursos de la Santa Sede hacia una estructura unificada como la actual, con un modelo multimedia e integrador a través de un portal informativo único. Además, esta ingente tarea no se ha resuelto con despidos, sino desde la recapacitación profesional.
Pero la Secretaría para la Comunicación busca dar un salto cualitativo, quizá más complicado que el de la profesionalización, que pasa por dejar a un lado la comunicación unidireccional, o lo que es lo mismo, desterrar también en este ámbito la autorreferencialidad a favor de una Iglesia en salida. Este tarea exige un diálogo permanente con los periodistas y escucha de la sociedad para aplicar esa “cultura del encuentro” que promueve el Papa argentino. Precisamente, los 40 profesionales de la comunicación religiosa sondeados por Vida Nueva al respecto coinciden en subrayar la necesidad de que la Iglesia debe perder el miedo y dialogar de igual a igual con los medios, ser propositiva y dejar a un lado los tecnicismos clericales para hacerse entender, para llegar a todos.
Valores como la transparencia,
el sentido común, la empatía o la tolerancia a la crítica
deberían ser fácilmente asumibles por cualquier
institución de Iglesia llamada a anunciar
y a ser Buena Noticia.
La Iglesia se renueva para entrar en la comunicación del siglo XXI. Para no ir a remolque necesita utilizar el lenguaje de hoy con el mensaje de siempre. Y de nuevo la mirada se vuelve hacia Francisco como modelo de credibilidad comunicativa. Desde su salida al balcón el 13 de marzo de 2013, sus palabras y gestos le catapultaron a una luna de miel con los medios que se ha traducido en el tiempo en un liderazgo mundial, respetado y respaldado por la opinión pública.
Es cierto que Bergoglio cuenta con una impronta personal indiscutible. Sin embargo, valores clave del comunicador como la transparencia, el sentido común, la empatía o la tolerancia a la crítica deberían ser fácilmente asumibles por cualquier institución de Iglesia llamada a anunciar pero, sobre todo, a ser Buena Noticia. Porque evangelizar, en definitiva, es comunicar.
Publicado en el número 3.005 de Vida Nueva. Ver sumario
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