EDITORIAL VIDA NUEVA | La crisis que nos asola deja cada día nuevos datos y un rosario interminable de afectados, cuya atención recae a menudo en organizaciones de Iglesia como Cáritas. De todos son conocidos sus esfuerzos por paliar tantas necesidades, pero pocos reparan en la fuente que alimenta esa acción caritativa y social: la espiritualidad cristiana.
Que resulte transformadora, encarnada, pascual o de comunión son solo algunos de sus rasgos distintivos, recogidos a modo de decálogo en el Pliego.
Ejercer la caridad en estos difíciles tiempos que corren implica disponer de recursos (humanos y económicos), pero también –y sobre todo– sentirse animados por un espíritu que debe ser fuerza, fundamento y originalidad de nuestro compromiso creyente.
En el nº 2.812 de Vida Nueva. Agosto de 2012
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