Editorial

Escándalo en el Vaticano

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Cuando los papas tenían ejércitos, tierras, amantes e influencias políticas, los escándalos estallaban sin necesidad de que alguien soplara sobre las brasas. Esos escándalos se acumularon en algunos períodos de la historia, pusieron en riesgo la misión evangelizadora de la Iglesia, provocaron la reacción de los más fieles, pusieron en pie a hombres y mujeres ejemplares y dieron lugar a las grandes reformas. Así llegó a mirarse a la Iglesia como una institución siempre en proceso de reforma.

Es decir, la institución eclesial no es algo hecho e inmodificable, es un organismo vivo que siempre está en desarrollo, es un hacerse, no es algo hecho.

Son hechos que deben recordarse para entender noticias como la del mayordomo papal detenido y acusado de robar  y propiciar la publicación de documentos reservados del Papa o la de los manejos delictivos en el banco del Vaticano o la lucha interna por el poder.

Estas noticias, sean verdaderas o falsas o sesgadas, conmocionan a los que tienen la idea de que todo en la Iglesia es perfecto y de que nada en ella debe cambiar porque ya está definitivamente terminada y bien terminada.

También asombran y molestan esas noticias a los que no admiten que haya fallas, aunque sean testigos de ellas, las callan por la propia seguridad y para que los enemigos de la Iglesia (así hablan) no las  conozcan ni las denuncien.

Pero a nadie debe escandalizar que en el interior de la Iglesia haya luchas por el poder, por ejemplo. Cuando en el pasado se dieron esos choques internos, vinieron las reformas para hacer una Iglesia a imagen y semejanza del ideal que se perfila en el Evangelio en donde el apetito de poder se denuncia como contrario al genuino espíritu cristiano que es el del servicio.

Es natural que uno u otro o muchos cardenales quieran ser papas, lo que no debe suceder es que se usen las mismas armas de los políticos de la ciudad secular. Sin embargo, se los ve en la puja mediática, en la intriga cortesana, en las astutas operaciones del político mundano, realidades que siglo tras siglo han sido cambiadas. Cambio tras cambio, conversión tras conversión se ha construido y se seguirá construyendo el reino de Dios, y la Iglesia ha aprendido a ser su instrumento, tal como puede verse en la historia reciente.

En efecto, desde el Vaticano II se viene dando un proceso de reforma con gestos como el del abandono de los signos del poder. El aplauso con que más de mil padres conciliares recibieron el gesto del Papa Pablo VI cuando el 13 de noviembre de 1965 anunció la entrega de su tiara (la triple corona) para los hambrientos del mundo, fue significativa.

El propio pontífice tomó en sus manos la espléndida joya, obsequio de los milaneses, y la depositó en el altar. Fue un gesto claro que, dentro de la concepción conciliar, significaba que en el futuro se vería como anacrónico un Papa coronado como cualquier rey, algo que a pesar de la tradición que rodeaba al vicario de Cristo con esplendores reales, resultaba contradictorio con el evangelio.

Sin embargo, la discusión que siguió al gesto papal, fue viva. “Que el Papa renunció a la tiara”… “Que no, solo la regaló a los pobres”. Entonces había, y sigue habiendo, el apego a los símbolos y al ejercicio del poder.

Cuando en prudente sucesión desaparecieron la tiara, la silla gestatoria, el lujo agresivo de los palacios vaticanos, se dio la misma doble reacción: la de los que  vieron en esos gestos el comienzo de un proceso renovador, y la de los que sintieron que una Iglesia así, que abandonaba los símbolos de su poder, iba en retirada. Recordaban estos, que un siglo antes se aplaudía al pontífice como el Papa Rey; por eso habían desechado como un mal recuerdo la propuesta de Juan XXIII de recuperar una Iglesia pobre y de los pobres.

Esa propuesta se mantiene en pié, pero también la renuencia de los que creen en la necesidad de que el anuncio del evangelio al mundo, esté respaldado por el poder.

Es la discusión que hoy está reabierta. Se la siente palpitar detrás de las noticias de escándalo sobre la vida del Vaticano en este año de 2012. VNC