EDITORIAL VIDA NUEVA | Con las vacaciones en el horizonte más inmediato, hemos querido ofrecer en este número de Vida Nueva un puñado de reflexiones que ahonden en esa nueva filosofía del ocio que se está desarrollando en sociedades como la nuestra, para hacer de ese tiempo de descanso un espacio para el crecimiento personal.
Pero antes de ello, es de justicia tener un recuerdo obligado para esas casi cinco millones de personas que en nuestro país están forzadas por causas ajenas a su voluntad a una inactividad paralizante, física y mental. Aunque ellas no disfruten del derecho vacacional y entre sus prioridades no estén las de lograr un ocio más edificante, algunas de las propuestas que brindamos en este número les podrán servir también a ellos para romper la peligrosa rutina de los lunes al sol.
Tras el trabajo y las labores domésticas, el ocio es la principal actividad para los españoles, según las últimas encuestas del CIS. Un ocio que también se ha convertido –y cada vez más– en un negocio: muchas veces, la gente no sabe qué hacer con su tiempo libre, con sus vacaciones, razón por la cual ha surgido una oferta casi inabarcable de propuestas para perder el tiempo. Como sostienen los expertos, ese ocio fundado en el consumo de sensaciones momentáneas acaba desembocando en un hastío y permanente insatisfacción cuando se cierran las puertas de los parques temáticos.
“Está surgiendo
una nueva filosofía del tiempo libre,
un ocio creativo que potencia
las cualidades de la persona”
Frente a eso está surgiendo una nueva filosofía del uso del tiempo libre, un ocio creativo e innovador; humanista, porque ayuda a potenciar las cualidades de la persona; que es libre, es decir, buscado por sí mismo y, por tanto, satisfactorio…
Este “nuevo ocio” puede tener, pues, muchas dimensiones, y todas satisfactorias, aunque la culminación de ellas, como sostienen los estudiosos, es la de la solidaridad. Dedicar el tiempo propio a conseguir más calidad de vida en otro ser humano es un modo de usarlo con mucho sentido, pues otorga una satisfacción a ambos, al que ayuda y al ayudado.
Afortunadamente, en los últimos años, cada vez mayor número de personas ha descubierto ese “ocio solidario”, que no hay que confundir con hacer turismo a costa de las desgracias ajenas (que también tiene sus seguidores), y es especialmente reconfortante saber que quienes más lo practican son nuestros jóvenes, rompiendo una vez más estereotipos sobre ellos.
Otra tendencia en este ocio entendido como oportunidad para el desarrollo humano es la que tiene su esencia en su aprovechamiento para profundizar en la experiencia religiosa. Esto, que hasta no hace mucho tiempo parecía coto privado para los consagrados, está siendo puesto en práctica también por los seglares. El cambio de ritmo a una vida más pausada, que permite detenerse no solo en la introspección, sino en la observación y recreación de lo que nos rodea, supone una oportunidad muy recomendada para auditar nuestra vivencia de fe, analizar sus debilidades y desarrollar todas sus potencialidades.
Así pues, existen muchas alternativas al aburrimiento a que se abocan algunos por voluntad propia. Esperemos que encuentren alguna de ellas en nuestra oferta de ocio con sentido.
En el nº 2.762 de Vida Nueva.
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