Editorial

El trabajo ecuménico ha de avanzar

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Publicado en el nº 2.691 de Vida Nueva (del 16 al 22 de enero de 2010).

La Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos está a la vuelta de la esquina. La fiesta de la conversión de san Pablo, el 25 de enero, marca el final de esta semana ecuménica, que intenta no sólo invitar a los cristianos para que oren por la unidad, sino también fomentar en la Iglesia el deseo ecuménico expresado por el Vaticano II y alentado por los últimos pontífices.

El papa Benedicto XVI ha puesto como uno de los objetivos preferentes de su pontificado este aspecto ecuménico y ha dado pasos positivos en este sentido, no sólo en el ámbito del pensamiento teológico, sino también en el práctico, al propiciar gestos en favor de la unidad con algunas de las confesiones. En este sentido, ha sido muy significativa la acogida de hermanos de la confesión anglicana, que ha quedado regulada en la Carta Apostólica Anglicanorum coetibus. Este texto, según ha manifestado el presidente de la Comisión Episcopal Española para las Relaciones Interconfesionales, y obispo de Almería, Adolfo González Montes, no ha sido una medida estratégica para dividir a la comunión anglicana, sino un paso muy preparado a lo largo del fecundo diálogo ecuménico de los últimos cuarenta años y que viene a rubricar los esfuerzos por la unidad de la Iglesia. Los pasos que se están dando en este sentido han ido cuajando en diversas iniciativas que han hecho de este pontificado uno de los más activos en el ecumenismo. Los esfuerzos que se han realizado en los últimos años están ahora dando sus frutos y avanzarán en los sucesivo con detalles concretos.

Pero el diálogo ecuménico necesita de muchos detalles para que no se estanque ni quede en vía muerta. Hay que desterrar muchos miedos y complejos. Necesita de una viva purificación de la memoria que evite trampas y rencores amparados en las páginas de la historia. Debe aumentar una actitud de confianza cada vez mayor, afianzar los estudios teológicos para contemplar lo que nos une, que es más que lo que nos separa, cuidar las manifestaciones públicas para que nadie se sienta herido y desarrollar un diálogo fluido y permanente. Es un reto importante, una acción prioritaria, pues el cristianismo no será creíble en el mundo mientras que no desaparezca la lacra de la división de quienes confiesan a Jesús como El Señor.

En España, la realidad es cada vez más compleja en el ámbito de la realidad religiosa. La importante llegada de cristianos de otras latitudes, especialmente ortodoxos de la Europa del Este, está haciendo que se multipliquen las iniciativas para que este diálogo sea fructífero. En el seno de la Conferencia Episcopal se trabaja siguiendo los impulsos que Roma ofrece al movimiento ecuménico. Una paralización desde instancias ajenas a la Comisión o un frenazo por razones de índole diversa que pretenda afinar conceptos teológicos cerrados, no debiera hacer que el ritmo se detenga. La sana independencia de las comisiones de trabajo de la institución episcopal, expertas en cada área en la que son competentes, como es el caso de la Comisión para las Relaciones Interconfesionales, es necesaria en el camino ya recorrido, y que ha de avanzar.