Publicado en el nº 2.620 de Vida Nueva (Del 5 al 11 de julio de 2008).
El Nuncio del Papa en España, Manuel Monteiro de Castro, recibía días pasados, con motivo del Día del Papa, a una amplia representación de la Iglesia española y de diversos organismos políticos y sociales. La solemnidad de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo ha sido siempre un motivo de encuentro distendido y cordial. En esta ocasión ha servido para celebrar el 50º aniversario del edificio que la legación pontificia tiene en la calle Pío XII de Madrid, y también para recordar la primera visita apostólica de Juan Pablo II a España.
La Nunciatura en España es una vieja legación que se remonta a finales del siglo XV y que cuenta con una amplia y curtida trayectoria histórica en la que ha destacado fundamentalmente el servicio a la sociedad española desde la solicitud del Papa por la Iglesia universal.
Un país como España, con una mayoría de católicos y con una historia en la que el cristianismo ha sido parte importante, justifica sobradamente la importancia de esta legación pontificia. El papel del Nuncio es, prioritariamente, el de hacer presente de forma oficial la voz del Papa en el país en el que está destinado y también representar al pontífice en los actos ante el Gobierno de la nación o a la propia Iglesia. No es su papel el de inmiscuirse en las tareas de las distintas conferencias episcopales ni de reglamentar las relaciones Iglesia-Estado, pero sí abrir cauces de diálogo entre las dos instituciones. A la Nunciatura le ha correspondido en años difíciles la tarea de crear puentes para que las relaciones sean cada vez más cordiales y fluidas.
En España, a lo largo de los últimos cien años, la figura de los nuncios ha servido para que se engrasen los cauces de comunicación entre los diversos gobiernos y el Papa. Ha habido momentos especialmente difíciles, fundamentalmente en los años en los que, incluso en plena persecución religiosa, la Nunciatura mantuvo una postura de respeto a la legalidad constituida. En esos años, como posteriormente en otros momentos difíciles de la posguerra y del cambio conciliar y la transición política en España, los nuncios han mantenido la frialdad del momento para, por una parte, acelerar el entendimiento y, por otra, hacer que la Iglesia sea respetada por los gobiernos.
En la actualidad es Manuel Monteiro de Castro el representante del Papa. Desde el año 2000, este arzobispo portugués ha venido poniendo su cordura en momentos de tensión entre la Iglesia en España y el Estado español. Como sucedió con algunos de sus antecesores, ha habido sectores de nuestra Iglesia que no han entendido su papel mediador y se han dado a las críticas fáciles y desacertadas. Repasando la historia reciente de los nuncios, todos han encontrado esa parte de incomprensión que, al final, se soslaya, con los resultados. La efeméride que celebra la Nunciatura es una ocasión más para renovar, en la persona del Nuncio en España, la fidelidad creativa a Roma y a Benedicto XVI, y apoyar todas las iniciativas que desde esa legación se lleven a cabo para hacer presente la palabra del Papa y contribuir a un mayor entendimiento entre las instituciones.