Editorial

Un año para retomar el desafío evangelizador

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Publicado en el nº 2.619 de Vida Nueva (del 28 de junio al 4 de julio de 2008).

El año paulino se desarrolla desde el 28 de junio de este 2008 hasta el 29 de junio del próximo año. El papa Benedicto XVI ha convocado este año jubilar especial con motivo del bimilenario del nacimiento del apóstol de los gentiles, Pablo de Tarso. En la basílica romana de San Pablo Extramuros lo anunciaba el propio Papa en presencia de una delegación del Patriarcado Ecuménico de Constantinopla, manifestando así el compromiso común de “hacer todo lo posible por apresurar el tiempo de la plena comunión del Oriente y Occidente cristianos”, una clara indicación ecuménica en el contexto de este año que anunciaba. No deja de ser significativo que haga el anuncio en esta basílica romana, en la que también un día, en la fiesta de la Conversión de San Pablo, Juan XXIII anunciara la convocatoria de un concilio ecuménico, el Vaticano II.

Lo primero que ofrece este año es la necesidad de una urgente evangelización a todos los pueblos, mirando la figura de este gigante de la fe, mártir y columna, junto con Pedro, de la Iglesia. Es la tarea de la Iglesia en este nuevo milenio. Hay una urgencia por situar esta labor como prioritaria y clave, por encima de la diversidad. El Papa ha indicado que la unidad de la Iglesia se construye sobre la diversidad. Dice el Pontífice: “Aunque humanamente eran diversos, y aunque la relación entre ellos no estuviera exenta de tensiones, san Pedro y san Pablo aparecen, como los iniciadores de una nueva ciudad, como concreción de un modo nuevo y auténtico de ser hermanos, hecho posible por el evangelio de Jesucristo”. Palabras clarificadoras sobre las diferencias y la riqueza en la tarea de la evangelización.

Una profundización en el misterio de la unidad de la Iglesia y la comunión eclesial, junto a la riqueza que ofrece la diversidad, se une a la tarea ecuménica en este año en el que se están organizando numerosas actividades que ayudarán a retomar el pulso evangelizador, en comunión rica y diversa con la Iglesia y con la mano tendida a los hermanos separados. El Año de Pablo, de servir para algo primordialmente, sería para ayudar a este pulso evangelizador de la Iglesia misionera; de la Iglesia, sacramento universal de salvación; de la Iglesia peregrina que traspasa las propias fronteras, como Pablo, para anunciar el Evangelio.

España es considerada como un lugar paulino. La intención de Pablo de venir a Hispania, probablemente a Cartagena, ateniéndonos a una de sus cartas, concede a nuestra tierra el privilegio de haber sido evangelizada por él y por sus comunidades. Es un reto que nos plantea la figura de Pablo, un reto universal, pero también particular, en nuestra Iglesia en España, con grandes desafíos en una sociedad de increencia en la que hay que poner a Dios como camino, verdad y vida.

Por ello, este año que comienza puede ser una nueva ocasión para el relanzamiento pastoral de muchas iniciativas tendentes a fortalecer la comunión, en la más rica variedad y siempre en fidelidad creativa con la sede de Pedro, a la que Pablo se unió en unidad de fe, esperanza y amor.