Editorial

Paz y justicia en Oriente Medio

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Publicado en el nº 2.643 de Vida Nueva (del 10 al 16 de enero de 2009).

Preocupa constatar que la opinión pública, y sobre todo la publicada, ve una cierta “lógica” en la invasión de Gaza, y son necesarios criterios para discernir sobre la moralidad de unas acciones bélicas tan desproporcionadas. Nos hiere el alma comprobar que la tierra que oyó por vez primera el “paz en la tierra” esté bañada en sangre, precisamente los días en que celebramos la venida del Dios de la paz.

Hay que empezar por denunciar determinadas posiciones. Así, el silencio de algunos, como la práctica “desaparición” de Obama, que tantas esperanzas ha suscitado. Criticable es el socorrido mirar para otro lado (la crisis económica, en este sentido, da juego), las posiciones políticamente correctas (que no moralmente correctas), la equidistancia, cuando es miedo a molestar al poderoso, o las tomas de partido simplificadoras de algo tan complejo. Por no hablar de la doble vara de medir de la ONU en los conflictos internacionales. No es ocioso recordar aquí que los israelitas (sus gobiernos, sus acciones) tienen mucha y buena prensa, mientras los palestinos la tienen poca y mala. Este desenfoque (véanse los titulares tan “medidos” de las primeras páginas de los periódicos) introduce un punto de injusticia a la hora de que los ciudadanos puedan formarse una opinión adecuada.

El discernimiento moral nos lleva, con la Pacem in terris, a superar el clásico y obsoleto concepto de guerra justa, cambiándolo por el de paz justa, tanto más cuando aquí ni siquiera se cumplen las condiciones que, para aquella, señalaba Tomás de Aquino, como un fin justo, la guerra como último recurso y, algo tan significativo en el ataque a Gaza, la proporción entre medios y fines. Nadie ignora los ataques de Hamás a la población israelí, ni su incumplimiento de los pactos de no agresión. Pero, ¿eso convierte en justa la desmedida, indiscriminada e inhumana reacción de las autoridades de Israel?

Cualesquiera soluciones -las realistas y las utópicas-, pasan por reconocer las raíces de un problema casi eterno, aceptar unas mínimas condiciones asumibles por todos, controlar a los violentos de cada parte, promover el diálogo como antesala de la paz, cumplir los pactos, convencerse de una vez de que siendo dos pueblos tan distintos, han de vivir en un mismo territorio, aunque no compartan otras cosas. Todo eso ayudado y no interferido por la comunidad internacional y sus organismos más representativos.

Las estrategias deben basarse en un talante ético fundamental, que acentúa la dignidad de la persona y de los pueblos. “Shalom” remite a bienes como la justicia, la vida, la verdad en las relaciones humanas, familiares, políticas, sociales, económicas o religiosas. Y no olvidemos que la paz no puede disociarse de la justicia, pues la obra de la justicia será la paz, y el fruto de la equidad una seguridad perpetua (Is 32,17). Vida Nueva hace suyo el deseo-felicitación que dirigió al mundo Daniel Barenboin en el tradicional concierto de Año Nuevo: “Paz y justicia humana en el Medio Oriente”.