Editorial

Biblia y crisis en las agendas episcopales

Compartir

Publicado en el nº 2.639 de Vida Nueva (del 6 al 12 de diciembre de 2008).

La XCII Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Española (CEE), independientemente de la reelección del Secretario General y de las lecturas que pudieran hacerse de la misma, ha tratado dos temas de importancia: la Biblia y su nueva versión de la propia CEE y la crisis económica. Ambos temas han ocupado gran parte de las sesiones de la Plenaria.

La publicación de la Sagrada Biblia. Versión Oficial de la Conferencia Episcopal Española ha sido un tema importante y se ha hecho junto a las informaciones que, sobre el Sínodo de la Palabra, se han escuchado durante la Asamblea. Un trabajo riguroso de más de diez años que va a desembocar en esta edición, que servirá también de base para la renovación de los libros litúrgicos. Un hecho sin precedentes que redundará en muchos aspectos de la vida de la Iglesia en España, no sólo en el bíblico, sino también en el teológico, catequético, litúrgico, pastoral y hasta económico. Acercar más la Palabra de Dios a los cristianos es un reto siempre nuevo para los pastores, que han aprovechado este momento post-sinodal en el año paulino para traer un tema de tanta riqueza para la vida de la propia Iglesia.

Otro tema de importancia tratado ha sido la crisis económica, de la que los prelados han tenido una amplia información y de la que, probablemente, saldrá un documento en próximas fechas ahondando en los orígenes morales de la crisis y sus consecuencias. Como gesto previo, los obispos han querido entregar a Cáritas el uno por ciento del total bruto que reciben las diócesis del Fondo Común Interdiocesano. La cantidad, de cerca de dos millones de euros, es significativa cuando se va conociendo el gran trabajo económico y moral que Cáritas está haciendo en estas circunstancias. No deja de ser importante que los obispos, como han hecho ya en otras latitudes, pongan su voz en la reflexión sobre las causas, las consecuencias de la crisis y las vías de salida, que para los cristianos pasan por “la edificación de una sociedad más justa y fraterna”.

A estos dos temas importantes, uno ad intra de la propia Iglesia y otro ad extra, no hay que echar en saco roto la llamada que el presidente hizo en el discurso de apertura a la necesidad de buscar una “auténtica y sana purificación de la memoria”, señalando cómo los jóvenes necesitan liberarse de los lastres del pasado olvidando viejas rencillas. Los deseos de perdón son propios del ministerio apostólico y cualquier indicio que pudiera llevar a creer que se busca un recrudecimiento de la tensión verbal puede dar al traste con estos deseos, que deben convertirse en realidades. 

Pese a las críticas que han tenido estas palabras, nunca serán suficientes las llamadas al perdón y a la reconciliación. La Iglesia, que ya pidió perdón por las veces que no supo ser instrumento de reconciliación, canoniza a mártires con expedientes incoados hace ya años y cuyos testimonios sirven para la reconciliación. Nada tiene la Iglesia que decir, ni ha dicho, en contra de otros homenajes a quienes, en defensa de sus ideas, murieron y son homenajeados, aunque pide cordura para no acabar con el espíritu de la Transición.