Editorial

El encuentro necesario entre Fe y Cultura

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Publicado en el nº 2.631 de Vida Nueva (Del 11 al 17 de octubre de 2008).

El diálogo entre la Fe y la Cultura es ya doctrina común en muchas declaraciones de principio, tanto dentro de la propia Iglesia como en ámbitos públicos abiertos y no excluyentes. La cuestión es saber si es posible esa actividad dialogante o si, por el contrario, se hace imposible puestos ya en faena. Una actitud positiva y abierta nos hace ver que es factible ese diálogo, y hasta necesario, en los actuales tiempos en los que la religión va volviendo a formar de la configuración de muchas sociedades, independientemente de los planteamientos laicistas que aún permanecen en algunas otras. Lo cierto y verdad es que lo religioso regresa a lugares en donde se había desterrado y que, en muchas ocasiones, su reconocimiento y realidad llega desde el mundo cultural, desde el ámbito del mismo pensamiento. En Europa, la fe cristiana, musulmana y judía han dado muestras en algunos momentos de la historia de esa posibilidad de diálogo, precisamente desde espacios culturales y, desde ellos, ha propiciado iniciativas de entendimiento mutuo entre los pueblos. No puede perderse esa predisposición al entendimiento por los extremismos excluyentes de quienes buscan sólo la aquiescencia o desean imponer tesis, disfrazando el diálogo de monólogo. La fe se ha hecho cultura a lo largo de los siglos y ha salido a su encuentro, expresando su verdad en categorías y mediaciones culturales.

A lo largo de la historia, Roma ha impulsado el diálogo con la cultura, bien encargando misiones específicas en algunos casos, o bien creando instituciones que sirvan de puente para facilitar ese diálogo que ha de nacer no de una estrategia coyuntural, sino de la realidad misma de la propia Fe y de la propia Cultura. La fe tiene una dimensión dialogal con el mundo. Es Dios el que se hace diálogo con el hombre concreto, con su realidad circundante, y es en ese diálogo en el que se propone la Verdad a la persona concreta, con sus categorías, historia y cultura. También ésta tiene un carácter dialogal, pues sirve a la humanidad y le hace entrar en relación. Este aspecto relacional está en la base de ambos ámbitos que se mezclan, se complementan, se ayudan, se enriquecen, pero que entran en una dinámica de carencia y pobreza cuando se ignoran o se enfrentan.

Es hora de animar a la Iglesia en España para que cultive una mayor imaginación en orden a proponer estructuras de encuentro para que la Fe y la Cultura tengan en dónde escucharse y trabajar conjuntamente. Los centros de estudio, facultades eclesiásticas, institutos o aulas abiertas deben volver a ese servicio que tuvieron, facilitando el encuentro. Habrá que animar a quienes, desde sus responsabilidades académicas, docentes y pastorales, puedan poner su granito de arena para construir esos espacios de apertura, escucha, diálogo y siempre concordia. Hoy más que nunca en España se hace necesaria esta estructura que abra camino a un diálogo que parece agotado y puesto al servicio del enfrentamiento. El Pliego que ofrece esta semana Vida Nueva dentro de la serie conmemorativa de nuestro 50º aniversario es una muestra inequívoca del valor y la importancia de ese diálogo que ha sido posible en la Iglesia.