Editorial

Concluyó el Sínodo de la esperanza

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clausura del Sínodo Nueva Evangelización octubre 2012

EDITORIAL VIDA NUEVA | La XIII Asamblea General del Sínodo de los Obispos ha concluido en Roma el pasado día 28 con un Mensaje final en el que la palabra esperanza aparece como trasversal en todo el texto. Las esperanzas que se han puesto en el evento, tanto por el tema a tratar, la nueva evangelización, como el momento, el 50º aniversario del inicio del Vaticano II y el arranque del Año de la fe, han estado justificadas.

Hacía falta abordar cómo transmitir la fe a las nuevas generaciones. Ha sido, por lo tanto, un encuentro rico en el que se han podido escuchar las voces de todos los rincones de la tierra en los que la Iglesia camina y trabaja en su labor evangelizadora. Tras el Mensaje falta que el Papa, con todo lo allí reflexionado, dé a conocer la exhortación apostólica sobre un tema tan apasionante y que los últimos pontífices han abordado con estilo propio.

Tres claves asoman en el texto del Mensaje, que se repiten como estribillo a lo largo del mismo. Por un lado, la necesaria conversión de la Iglesia y la urgente reforma interior, algo sobre lo que Benedicto XVI viene insistiendo. Es por ello por lo que se dice que la Iglesia ha de ser la primera en recibir el anuncio del Evangelio, la primera en aplicarse la tarea de la evangelización. No se puede salir a evangelizar sin ser evangelizado antes. Un reto importante que ha de ir cuajando en las estructuras eclesiales, además, por supuesto, de en el corazón de cada cristiano.

En segundo lugar, se hacen continuas referencias a los pobres, a la necesidad de cercanía a sus problemas y a la prioridad en la misión evangelizadora. Es este un aspecto en el que se ha insistido por parte de los padres sinodales, conscientes de las dificultades para una humanidad atravesada por grandes bolsas de pobreza.

Desde la esperanza de este Sínodo,
conviene retomar ciertas lagunas para
que toda la Iglesia sea la que se implique
en la ilusionada tarea de la evangelización.

Y, en tercer lugar, se advierte en todo el texto un claro y valiente aliento. Se trata de un mensaje que no cae en el catastrofismo al que nos tienen acostumbrados algunos ministros de la Iglesia. Es un documento lleno de esperanza. Y en esto hay que reconocer el esfuerzo realizado, dado que en la Iglesia hay profundas razones para la esperanza. Con estas tres claves, y con importantes detalles concretados en las propuestas operativas, ha concluido el Sínodo sobre la Nueva Evangelización.

Hay, sin embargo, una tarea por delante. Aún está por ver si este importante encuentro ha sabido dar respuesta a una nueva antropología, al perfil del hombre de hoy. Hay quien cree que se ha tenido en cuenta un perfil que ya no existe o que está en extinción, y que se debiera haber presentado cómo es el hombre que va a recorrer este nuevo siglo con claves bien distintas del que suponemos. Para ello se considera que el lenguaje no ha sido todo lo significativo que debiera si no queremos estar en mundos distintos.

Igualmente, la ausencia de jóvenes, a los que en última instancia va dirigido, también ha sido un déficit. Junto a ello, algunos problemas en la comunicación de cuanto se ha hablado en el Aula y la cuestión de la representación de los laicos, que asisten como asesores u observadores cuando son parte fundamental en esta nueva misión.

Desde la esperanza de este Sínodo, conviene retomar estas lagunas para que toda la Iglesia sea la que se implique en la ilusionada tarea de la evangelización.

En el nº 2.822 de Vida Nueva. Del 3 al 9 de noviembre de 2012

ESPECIAL LA NUEVA EVANGELIZACIÓN