Editorial

Aterrizar la reforma de la familia

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EDITORIAL VIDA NUEVA | Ha pasado un año desde que Francisco firmara el motu proprio que modifica el proceso canónico para la declaración de nulidad. En estos meses de engranaje, las diócesis han adaptado sus estructuras para promover la gratuidad, eliminar la obligatoriedad de una doble sentencia y asimilar que las causas más evidentes se puedan acelerar.

Vida Nueva ha tenido acceso a la primera sentencia en España que aplica esta vía rápida. Este caso confirma que es posible aplicarla con el rigor y la lucidez como garantías. De paso, constata que una mayor celeridad en algunos casos no mina la indisolubilidad del matrimonio ni abre la puerta a un “divorcio católico”.

Lo cierto es que esta reforma está poniendo en marcha una Iglesia en salida, pues ha generado un efecto llamada de quienes se habían alejado de la Iglesia porque se sentían “excomulgados”, sin margen de perdón e integración, pensando que la nulidad era cosa de ricos y que el proceso se traducía en un laberinto imposible.

Aplicar el motu proprio de las nulidades
y el capítulo de ‘Amoris laetitia’ sobre los divorciados
exige una mayor dotación de recursos, formación y tiempo.
Pero, sobre todo, una mirada de misericordia.

Las sentencias firmadas hasta ahora atestiguan la buena disposición y efectividad de los tribunales para sacar adelante este mandato papal, no sin obstáculos. El alto coste administrativo por el número de profesionales que intervienen invita a reflexionar sobre la gratuidad total del proceso para el demandante y la necesidad de más recursos para no provocar un atasco. Los tribunales, ya de por sí deficitarios, no pueden lastrar las finanzas de las diócesis. En muchas se ha optado, desde la sensatez, por reducir las tasas en todos los casos y eliminarlas cuando se detecta imposibilidad de pago.

Más allá de esta incidencia, sí preocupa las resistencias de algún vicario judicial que ha dejado en vía muerta el motu proprio aferrándose a que el documento pontificio no se ajusta a la realidad y que ninguno de los casos presentados en sus dominios cumple con los requisitos necesarios.

Quienes esquinan esta reforma canónica coinciden con los que rehúyen del capítulo VIII de Amoris laetitia, en lo que se refiere al acceso a los sacramentos de los divorciados vueltos a casar. El Pliego recoge varios artículos que detallan cómo aplicarla desde el discernimiento acompañado que alienta el Papa sin caer en una ética de las circunstancias.

Aterrizar el motu proprio y la exhortación en las iglesias locales no es tarea fácil y requiere una nueva estrategia pastoral de familia, lo que deviene en una mayor dotación de recursos, de formación y de tiempo para acompañar cada caso, con las singularidades que conlleva. Pero de nada sirven los medios si no cala una mirada de misericordia que halle el equilibrio entre caridad y justicia, que busque integrar y no poner “peros” a quienes han tropezado y quieren levantarse.

Publicado en el número 3.004 de Vida Nueva. Ver sumario

 


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