EDITORIAL VIDA NUEVA | Los motu proprio para reformar las nulidades matrimoniales canónicas no han dejado indiferente a nadie. Al aplauso generalizado por unos cambios legislativos fruto de las demandas nacidas en la Asamblea Extraordinaria del Sínodo sobre la Familia del pasado año, le han nacido voces críticas. Un movimiento de oposición minoritario, pero capaz de hacer ruido y tener eco.
Vida Nueva desvela un informe anónimo que acusa al Papa de instaurar el “divorcio católico” a través de la llamada “nulidad exprés” y de dar un volantazo a la polémica de la comunión de los divorciados, un intento nulo para desacreditar unos cambios ajustados a la legalidad y a la realidad.
Hace un año, Francisco exigió en el aula sinodal que se expusieran “claramente” todas las opiniones, fuera cual fuera el asunto. Así ha sido, teniendo en cuenta, además, que por primera vez en décadas los temas abordados en el Sínodo han trascendido los corrillos de la élite eclesial para colarse en las conversaciones y en la conciencia del común de los mortales. Por eso, esconderse bajo el paraguas del anonimato para disparar contra el Papa, además de deslegitimar cualquier argumento, refleja una preocupante cobardía y maledicencia.
El Papa ha propiciado el debate sobre los divorciados, sobre el que se ha pronunciado para subrayar la indisolubilidad del matrimonio, pero también para romper con las dicotomías entre doctrina y pastoral, para reivindicar el patrimonio eclesial y reclamar a canonistas, teólogos y pastoralistas apertura a la novedad del Evangelio frente a las tentaciones del conservadurismo.
Lograr el equilibrio entre la fidelidad a lo recibido y los signos de los tiempos es harto complicado, por lo que resultan comprensibles las tensiones y el acaloramiento en la exposición ante la disparidad de criterios y argumentos. Sin embargo, esta dinámica constructiva se rompe cuando afloran esas enfermedades curiales que denunció en Navidad, y que se traducen en informes como este.
Francisco no necesita palmeros
ni los busca, pero
tampoco ataques gratuitos anónimos
o de falsos mártires de la catolicidad.
El documento refleja que las aguas revueltas nacen dentro y no de una obsesión de la prensa por poner el foco sobre esta herida. Lo demuestran también determinados foros, congresos y libros, que solo dan voz a quienes se presentan como garantes de la tradición, entendiendo la comunión como la coalición de un pensamiento único.
Francisco conoce, como pocos, quién es quién en la Curia, en la Iglesia Universal y cuáles son los gritos del pueblo que pastorea y del rebaño perdido. Sabe que el camino de la reforma es angosto, pero sí el único para responder a lo que el Espíritu le pide en la sede de Pedro. No necesita palmeros ni los busca, pero tampoco ataques gratuitos anónimos o de falsos mártires de la catolicidad.
Por eso, es el momento de estar en guardia, de permanecer en vela, no contra nada ni contra nadie, sino para continuar promoviendo precisamente ese sano diálogo con la vista puesta en el Sínodo que ahora comienza y en las reformas que están por venir. Solo desde esa cultura del encuentro como eje transversal de su Pontificado se podrá borrar todo intento fundamentalista de intoxicación y se podrán tratar esas dolencias curiales que en nada ayudan a la Iglesia y, mucho menos, a la familia.
En el nº 2.956 de Vida Nueva. Del 19 al 25 de septiembre de 2015
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