Editorial

¿A qué pobres y de qué pobreza habla Francisco?

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¿Jugó en la elección de Ecuador, Bolivia y Paraguay como sitios de destino de la gira papal el hecho de ser en Suramérica los países con los mayores niveles de pobreza?

Es cierto que en Ecuador se ha logrado una reducción de la pobreza en los últimos 10 años, desde los 49 grados de 2005 hasta los 32.2 del 2012 y que la indigencia cayó en el mismo período del 21.2 al 12.9; pero, aun así, son niveles altos que revelan la existencia de una gran masa de pobres.

La situación en Bolivia, adonde también llegó el Papa: la pobreza se elevaba al 62.1 en 1990, subió a 63.09 en el 2004 y se redujo al 42.4 por los esfuerzos del gobierno Morales.

En cambio, Paraguay crea perplejidad y preocupación con el 49.9 de pobres en 1990, que aumentan en 2009 a 56.6 y se reducen a 49.6 en el 2011.

Son las cifras de un panorama de sufrimiento y de injusticia que el Papa conoce con seguridad, porque en su escritorio debieron abrirse los informes de Cepal, y porque esos pobres de los tres países son sus preferidos. Todos ellos hacen parte de la periferia de estas sociedades y que, según la conocida lógica papal, son el punto de partida de toda pastoral.

Ellos estuvieron en el centro del discurso papal y se los ha sentido presentes en los multitudinarios eventos presididos por el Papa. ¿Por qué los pobres?

Habría que recordar que la opción preferencial por los pobres, insinuada por el Vaticano II, se volvió propuesta central en Medellín cuando la Asamblea de los obispos latinoamericanos trazó sus líneas pastorales alrededor de los pobres. Es, por tanto, el aporte de América Latina a la teología y a la pastoral de la Iglesia universal.

También habría que recordar que por los pobres comenzó la aplicación de la doctrina de Jesús, en aquellos primeros días del cristianismo. La escena destacada por los Hechos de los Apóstoles no es solo un episodio de la economía solidaria, aquel poner todos sus bienes en común que hizo desaparecer a los pobres, sino el hecho de que la posesión de bienes se subordinó al bien de la fraternidad. Los pobres fueron el motivo, la coyuntura de aquel salto cualitativo en la relación con la riqueza.

Pero después, la presencia de los pobres ha sido para la conciencia de los cristianos una evidencia de la necesidad de la justicia. También les urgió la práctica de compartir.

¿Es esta la visión de los pobres que el Papa ha traído a esta visita? Es evidente que para él los pobres no son el objeto de la beneficencia y el asistencialismo que una tradición de buena voluntad ha contemplado. En su discurso ha predominado el “Bienaventurados los pobres”, con el sentido que le ha dado la Laudato si’. La presencia de los pobres parece un contrapunto omnipresente a medida que avanza su exposición sobre los daños inferidos por el hombre a la creación. Pero no solo para denunciar los males que han padecido los pobres en los atentados contra la naturaleza, como los ocurridos a pescadores y campesinos habitantes de las orillas de los ríos contaminados por el petróleo vertido por la guerrilla. Es que, además, la vida austera de los pobres, los valores propiciados por la pobreza y por su relación sana con la naturaleza son la clave del comportamiento ideal con la creación.

Por eso son bienaventurados los pobres y tal es el mensaje del Papa en esta gira: que  los países donde hay los mayores niveles de pobreza también hay las máximas posibilidades de una cultura de la pobreza. Se trata de una pobreza liberadora, que aleja de la esclavitud de la avidez y de la avaricia y sobre todo de los demonios del poder. Esa pobreza liberadora se convierte en riqueza del espíritu e inspira una visión en contravía de la vida y del mundo.

No es la pobreza que resulta de la injusticia y que debe ser eliminada por la acción mancomunada de la solidaridad y la justicia.

Es la pobreza que se ha liberado de la dictadura del dinero, tan implacable como la dictadura el pecado. Esta pobreza, que es un ejercicio de la libertad, es la que uno siente emerger en el discurso papal de esta gira latinoamericana.