Un drogadicto en casa


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Médico siquiatra y creyente profundo, fueron las dos credenciales que Hernán Vergara exhibió en su vida y que en el tratamiento a los drogadictos fundamentaron la confianza en su quehacer profesional. Desde la Clínica Santo Tomás ofreció a numerosos pacientes el servicio de su medicina siquiátrica atravesada por la fe.

La fuerza de sus principios y la severidad de sus métodos fueron motivo de perplejidad, que los lectores juzgarán a partir de estos fragmentos de una conversación publicada en 1975 y que, 37 años después, mantiene su actualidad.

Hay un hecho fundamental, la familia burguesa lucha para que sus hijos no tengan que luchar. Se trata de que ellos no conozcan el conflicto, que lleguen a la madurez a través de un túnel que los mantenga a cubierto de toda eventualidad de conflicto de modo que alcancen el éxito sin pagar el precio por obtenerlo. Llegan a él sin pasar por la pobreza, sin pagar cárcel al cometer un error. Sus padres meten a estos muchachos, así a la fuerza, en una negación de la guerra.

Ese es el problema que yo encuentro en mi práctica profesional: lo que hay que hacer con esta gente es meterla en el conflicto.

Los tres núcleos

Para mí la solución está en crear una estructura de tres elementos muy sólidamente integrados: en el centro un núcleo militar, una especie de estado no permisivo dentro del estado permisivo. Esta no permisividad es la norma en los países socialistas en donde la droga no se considera un problema, allá el que no trabaja, no come. Allá la familia burguesa no tiene tanta influencia: si el muchacho sabe que el gobierno lo mira desde el punto de vista de la producción: corta caña, o no corta caña. ¿No la corta? Es contrarrevolucionario y no hay más que hablar. En una sociedad como la colombiana habría que crear un enclave no permisivo. Claro que esto tiene todas las limitaciones de las utopías: pretende cambiar una parte sin modificar el todo. Pero en fin, para hacer algo diferente de la vergüenza que hoy estamos cometiendo.

Un segundo núcleo: el científico porque siempre hay una realimentación y la ciencia siempre tendrá un papel que jugar.

El tercer núcleo es el carismático: los carismáticos son una iglesia que resuelve hacer de todos los días un sábado; es una iglesia que vive de fiesta, es el descanso que se da Dios después que trabaja. Los carismáticos quieren entrar directamente al descanso.

El conflicto en casa

¿Cómo introducir estos tres elementos en la familia? ¿O sea, cómo introducir el conflicto en casa? Yo creo tener la respuesta: yo introduje en mi casa el conflicto. Voy a explicar cómo.

En esta casa hay unas reglas de juego y el que no las obedece no vive en ella. Yo saqué a uno de mis hijos por eso. Se empeñó en llegar a la casa más tarde de lo que yo decía. Le dije: “como yo soy el que manda aquí, usted vivirá aquí solo si se somete a unas reglas: no llegará después de las diez de la noche y si necesita estar por fuera más tarde avisará por teléfono para decir dónde está”. No aceptó eso y se fue; un primero de enero reuní a todos los hijos y les dije: hay esto, Francisco se va. Y se fue: se golpeó contra el mundo, luchó, fracasó. A los ocho meses dijo: bueno papá, acepto.

El conflicto se introduce, pues, con un mínimo de disciplina en cuanto a horarios, compañías, esto controla parte del problema. El problema es resultado de una anarquía: duermen en cualquier parte, hacen de la noche día y del día noche.

Esta disciplina puede llegar a situaciones como la que vivió un padre de familia que me consultó su caso. El hijo comenzó a robar las cosas de la casa, trataron de impedírselo y el muchacho amenazó al papá con que lo iba a matar. Yo le dije: cuando a uno alguien lo va a matar, lo manda a una cárcel preventivamente. Entonces el papá lo mandó a la clínica. Aquí le dije al muchacho: tu papá te mandó a la clínica porque te tiene miedo: tu eres más joven, más fuerte, más ágil y, sobre todo, tu eres más bellaco y no te da miedo matar. Tu papá en cambio es una buena persona y teme matarte en la defensa, por eso te mandó aquí en un acto de legítima defensa.

Hablemos ahora de lo carismático en la casa .Lo carismático es la lectura de la Biblia, el contacto directo con esa palabra trascendente, las canciones que mitifican muy bien la liberación, las liturgias, cuando son comunicantes. Es decir, una vida eclesial de fraternidad, de no dependencia del hombre frente al hombre, sino frente a Dios. Las familias entran por ahí. Yo conozco una familia que era mundana y disipada, ahora tiene una intensa vida religiosa. La enfermedad del hijo los llevó a leer su propia enfermedad. Si el hijo se cura, alabado sea Dios. Si no se cura, al menos ellos se curaron. VNC