José Lorenzo, redactor jefe de Vida Nueva
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Sin perdón en Compostela


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José Lorenzo, redactor jefe de Vida NuevaJOSÉ LORENZO | Redactor jefe de Vida Nueva


Dicen que las imágenes las grabó una cámara de seguridad que no funcionaba. Lo que ya es una declaración de intenciones. Quizás es más literatura barata en el caso del robo del Códice Calixtino, donde, si no fuese porque se está celebrando su vista oral, con el exelectricista de la catedral compostelana como principal sospechoso, podría pensarse que se trata de un mal guión para una película de serie B. Pero esas imágenes –difundidas en los informativos– pueden ser no solo la prueba definitiva para encarcelarle –el Cabildo ha pedido doblar la pena por abuso de confianza–, sino una radiografía de unos usos y costumbres eclesiales más propio de otra época.

Hay algo impúdico en la forma en la que el electricista, durante tres años, accedió a la caja fuerte de la catedral de Santiago y extrajo a manos llenas fajos de billetes de una bolsa de plástico. Una falta de recato que trasluce sensación de impunidad, la casi certeza de que no pasará nada porque otros también lo hacen, de que no se echará en falta, al final de la escapada, unos dos millones de euros

Y tenía razón el hombre. Según ha reconocido el contable, los “desajustes” en la contabilidad del templo entre 2002 y 2012 ascenderían a 20 millones de euros. Es aquí donde queda reflejado un proceder cuando menos reprochable, unas maneras más propias de aquella Iglesia que gestionaba el diezmo que de la depositaria de las limosnas de peregrinos de todo el mundo que llegan a abrazar a Santiago y le hacen sus ofrendas.

Las imágenes, en definitiva, son una bomba lapa adherida a las campañas de concienciación para que los fieles sostengan a su Iglesia. ¿Quién conciencia de la obligación moral de velar por un dinero que se entrega para hacer el bien? ¿Cómo reclamar a las autoridades que participen en el sostenimiento de tantas obras? No vale la excusa del abuso de confianza porque lleva el estribillo de la minoría de edad del laicado y su debilidad ante las tentaciones… Las pruebas señalan con el dedo al electricista, pero son otros los responsables de que se robe el dinero de los pobres con semejante descaro. Y no estaría de más pedir perdón, por lo menos a esos millones de peregrinos que, cuando depositaban sus monedas en el cepillo, no pensaban que simplemente las cambiaban de bolsillo.

En el nº 2.927 de Vida Nueva

 

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