La misericordia, una mala noticia


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La novedad circuló rápidamente aquel día en el que el Maestro fue a comer a casa de pecadores, sus mismos discípulos se escandalizaron y hasta trascendió un detalle perturbador: una prostituta había mojado sus pies con lágrimas, los había secado con sus cabellos y el carpintero de Nazaret había aceptado esa proximidad. Seguramente más tarde, y con menos detalles, llegó otra información: el Señor había dicho que “no tienen necesidad de médico los sanos sino los enfermos”. Desde esos tiempos la misericordia es una mala noticia para algunos, para los mismos que hoy se escandalizan por algunas afirmaciones o gestos del papa Francisco.

Si miramos atentamente el problema no reside en que el Papa, o quien fuera, se acerque a quienes necesitan del perdón o el amor compasivo. La cuestión que incomoda es que esos gestos relativizan esa frontera que muchos desean clara y sin matices: esa línea imaginaria que divide a los buenos de los malos, los puros de los impuros. Acercarse a “los pecadores” y ser condescendiente con ellos puede ser también una manera de reforzar esa diferencia. Algunos pueden considerarse “más buenos” precisamente por su capacidad de aproximarse a “los malos”. Pero la invitación de Jesús no es esa; para Él todos somos pecadores y por eso debemos ser misericordiosos unos con otros.

La cuestión adquirió actualidad en estos días con el mensaje del papa Francisco a los comunicadores en la 50º Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales a celebrarse este año en la Solemnidad de la Ascensión del Señor. El título del mensaje es Comunicación y Misericordia: un encuentro fecundo, y en él el Santo Padre relaciona la tarea de los comunicadores y el Año Santo de la Misericordia. Allí el Papa invita a “que el estilo de nuestra comunicación sea tal, que supere la lógica que separa netamente los pecadores de los justos”, esto es, justamente, lo que incomoda a muchos en esta convocatoria a ser misericordiosos. Inmediatamente Francisco agrega: “podemos y debemos juzgar situaciones de pecado –violencia, corrupción, explotación, etc.–, pero no podemos juzgar a las personas, porque sólo Dios puede leer en profundidad sus corazones”.En el difícil arte de la comunicación es tan importante el contenido como las formas. Ser respetuoso y utilizar un lenguaje adecuado es propio de quienes pretenden ser profesionales eficaces de la comunicación en la sociedad. “Es hermoso ver personas que se afanan en elegir con cuidado las palabras y los gestos para superar las incomprensiones, curar la memoria herida y construir paz y armonía. Las palabras pueden construir puentes entre las personas, las familias, los grupos sociales y los pueblos”. Francisco en su mensaje hace notar que ese cuidado de las formas debe ser tenido en cuenta no solo por el periodismo. El llamamiento alcanza también a los pastores y a todos los que influyen en la formación de la opinión pública.

Todos los pueblos, las familias y las comunidades arrastran conflictos, a veces profundos y crueles, en sus historias compartidas. Los comunicadores tienen un papel clave en esa impostergable tarea de construir una convivencia pacífica. Por eso, el Santo Padre señala en su mensaje:“hago un llamamiento sobre todo a cuantos tienen responsabilidades institucionales, políticas y de formar la opinión pública, a que estén siempre atentos al modo de expresase cuando se refieren a quien piensa o actúa de forma distinta, o a quienes han cometido errores. Es fácil ceder a la tentación de aprovechar estas situaciones y alimentar de ese modo las llamas de la desconfianza, del miedo, del odio. Se necesita, sin embargo, valentía para orientar a las personas hacia procesos de reconciliación.”

Ese cuidado por cada palabra que se dice o escribe es importante porque “sólo palabras pronunciadas con amor y acompañadas de mansedumbre y misericordia tocan los corazones de quienes somos pecadores. Palabras y gestos duros y moralistas corren el riesgo de hundir más a quienes querríamos conducir a la conversión y a la libertad, reforzando su sentido de negación y de defensa.”

Para quienes quieren dividir el mundo entre buenos y malos, para quienes desde la política –mundana o eclesiástica– o desde los medios de comunicación, pretenden reforzar esa lógica perversa, la misericordia a la que nos convoca el Evangelio desde que Jesús fue a comer con los pecadores, no es una buena noticia.