José Luis Pinilla
Migraciones. Fundación San Juan del Castillo. Grupos Loyola

La cara es el espejo del alma


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“Hay que dejarse guiar por las expectativas de los pobres a la hora de buscar el bien común”. Lo acaba de recordar el papa Francisco en un encuentro episcopal en Bari, lugar crucial para entender el ‘Mare nostrum’, cuna de nuestra civilización, y espejo del encuentro de diferentes pueblos. Lo hizo citando a Giorgo La Pira. Era un político cristiano italiano, referente europeo como defensor de la paz y de los derechos humanos. Trabajó intensamente por el bienestar de los pobres y los marginados. Y es que el desarrollo tecnológico avanzado que tanto nos consume no sirve para nada si no se solidariza con los que más sufren. Para nada. Porque son los que sufren, los más débiles, el criterio para buscar el bien común.



Leyendo cosas como esta no podía quitarme de la memoria la reciente visita a España, tan interpeladora, de Philip Alston, relator sobre extrema pobreza de Naciones Unidas. Resalto esto para que no se olvide lo que vio y oyó, y para que su informe no quede en ningún cajón olvidado. Para resaltar precisamente el peregrinaje del relator, en muchos casos acompañado por Caritas, que le llevó de la mano a muchos lugares con escenas de pobreza muy serias de España, en un baño de realidad que poca resonancia prolongada ha tenido en los medios.

Para su desgracia. Y para la nuestra. Pocos hilos de twiter o pocos seriales continuados al respecto han reflejado continuadamente esta visita. Vergüenza para los gobiernos de ayer y de hoy y para los medios que olvidan muy pronto el acercarnos y mantenernos cara a cara con esta España real tan vaciada (no solo de población) en unos márgenes de desigualdad muy grandes. Y si no que se lo pregunten al FOESSA, ese informe de Cáritas que pone miradas rotundas ante el rostro de muchos que parece tener ojos que no ven e impiden que el corazón sienta. Los pobres en el centro.

Temas olvidados

Para los medios son otros temas los que se prolongan una y otra vez o se rehacen de manera interminable cuando el filón del escándalo sigue produciendo frutos de todo tipo (supongo que especialmente económicos). Mientras los empobrecidos siguen errantes en sus caminos de soledad y abandono. Las páginas y titulares de los medios prefieren los retales rosas o inocuos. O dominados por los ‘influencer’ de turno, o los intereses de los grandes medios y redes sociales que buscan otros impactos a mantener (políticos y económicos), que no coinciden en absoluto con los de los más pobres. Porque como ha señalado Cáritas, “la pobreza es en última instancia una decisión política, y los gobiernos pueden, si lo desean, optar por superarla”. Ha puesto a España ante el espejo.

Y de entre los perfiles variados de vulnerabilidad en la vida de los migrantes empobrecidos, me impactó – por lo descarnado- su observación sobre los menores migrantes (¡cuánto hay que apostar por su futuro con un presente tan roto!), donde se mostró “extremadamente preocupado” por la situación de los niños extranjeros solos, un colectivo desesperado, sin manos adultas a las que agarrarse y/o que les protejan, como se denuncia tantas veces a propósito de la situación de los mal llamados MENAS y que en frase del relator “siguen siendo sometidos a pruebas genitales invasivas y humillantes [para determinar su edad]”. Son una población vulnerable. Y que sigue siendo demonizada y manipulada en el debate político. Mientras se olvida la eclesialmente repetida y pedida “ley superior del menor migrante” antes de cualquier otra consideración.

Niña, pobre, migrante

Niños y niñas. Migrantes y maltratados, ellos y ellas, como han cantado –en la brillante canción protesta de los carnavales andaluces ‘Las tres de la madrugá’ a esos niños que “son tan nuestros”, honrando la dignidad paradigmática del viaje de una niña en patera hasta llegar a España, donde víctima de la trata y sus mafias es triplemente victima por su situación, por ser mujer y por causa de esa “gentuza que nos vende que hay que echarlos porque no tienen papeles”.

El relato, la canción, los informes… todo es bueno con tal de desvelar la verdad que el relator decía: La España desigual debe mirarse al espejo de la gente empobrecida. Hacerlo escuchando una canción o leyendo informes siempre es bueno. Pero es mucho mejor mirándoles cara a cara. Y es que mirando cara a cara a los empobrecidos veremos mucho de nosotros y de nuestra querida España. Y comprobaremos que Cicerón no se equivocaba al apuntar que “si la cara es el espejo del alma, los ojos son sus delatores”. O si lo prefieren en refrán trasmutado: Ojos que sí ven, corazón que sí siente.

Philip Alston ha tomado los ojos delatores , la canción que compromete y el corazón que late de todos aquellos a los que Jesus llamó Bienaventurados. Algunos – o muchos– de nuestros líderes políticos harían bien en mirar al espejo (o mirarse), escuchar canción como la citada, leer informe como el del relator de la ONU y llevarse la mano al corazón antes de lanzar pesadas piedras contra otros, donde se viera la realidad de España mirándose cara a cara con los descartados. Aquellos que Francisco lo pone siempre delante de nuestros ojos y nuestros oídos. Esta vez en nuestro Mediterráneo.