José Lorenzo, redactor jefe de Vida Nueva
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Dios, Monedero y el otorrino


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José Lorenzo, redactor jefe de Vida NuevaJOSÉ LORENZO | Redactor jefe de Vida Nueva

Sabíamos del silencio de Dios y del abismal desasosiego que genera en tantas personas, a las que les gustaría ver alguna luz, por insignificante que esta fuese, a la que poder seguir para salir de esa oscuridad. Ahora, en una nueva clave epistemológica que pareciera querer reclasificar a Dios ya fuera de la categoría de los sordomudos, se añade la que acaba de ofrecer Juan Carlos Monedero, uno de los ideólogos de Podemos. “El papa Francisco sí ha llevado a Dios al otorrino”. Con esto, parece querer decir que el que no se enteraba de qué iba la historia (de la humanidad, se entiende) era Dios, ni más ni menos.

Modestamente, creo que la cosa no tiene tanto que ver con ningún oído divino cuanto con una sordera selectiva y programable del receptor, un mecanismo posmoderno que activa insondables lugares cerebrales a donde llegan las palabras “Dios”, “Iglesia” “católico” o categorías similares.

Así, no se entiende muy bien que justo los mismos que ponen el grito en el Olimpo (evitemos activaciones innecesarias) contra la religión católica en la escuela pública, lamenten que el 90% de los escolares musulmanes no tengan acceso a la religión islámica.

O lo que es peor, que utilicen este dato para lanzarlo como una crítica a la Iglesia por los privilegios de que esta goza en virtud de unos Acuerdos que, se dice, tampoco tienen las confesiones minoritarias. Existe, además, una modalidad en la que se puede sostener este argumento con cierta destreza dialéctica en favor del respeto a la pluralidad, a la vez que se legisla para enviar a los profesores de religión católica al paro. Y –signo de lo que se ha avanzado– sin perder los papeles…

La Iglesia, con sus altibajos, sigue embarcada en su transición particular, que la lleva a soltar lastres del pasado. Cuesta, pero se intenta. ¿No sería hora de que otros se apuntasen a reciclar discursos?

Los líderes emergentes, los jóvenes que se postulan para dirigir el futuro tienen una labor fundamental no solo para romper estereotipos, sino para aprender que, en ese futuro, hay muchos votantes suyos que, además de querer ser ciudadanos en un Estado moderno y democrático, le quieren seguir poniendo oído a Dios.

En el nº 2.937 de Vida Nueva