Contienda alrededor de Francisco


Compartir

Anda por todos los mentideros del Vaticano y de sus alrededores, aparece en las pantallas digitales como la novedad del momento, se discute en los pasillos, en las mesas de café y en los locutorios, es el tema del momento, la carta anónima de un antiguo curial para el papa Francisco.

Le explica que así como en la Navidad de 2014 él habló de las enfermedades de los curiales, sin experiencia ni conocimiento de la vida curial, hoy le hablará “de los aspectos problemáticos del ejercicio de su ministerio”. Silencia su nombre porque teme la ira de Francisco.

Para el anónimo crítico molesta el comportamiento emotivo y anti-intelectual del Papa y el bajo nivel intelectual y teológico de sus colaboradores. Además, es autoritario y deja de lado esas claves de la sabiduría que son el Derecho Canónico y la histórica doctrina de la curia; en cambio, incurre en el feo pecado de la demagogia: da la impresión de que la doctrina y la disciplina deben adaptarse a las opiniones mentales de la mayoría.

Cree ver este antiguo curial un desprecio poco humilde de Francisco ante la herencia de sus predecesores: “usted quiere reinventar el ministerio petrino”, le escribe para afirmar que hay mucho de emocional y efímero en la pastoral papal.

Es más personal la crítica cuando reprocha “la exhibición exagerada de simplicidad” y le advierte que la mano izquierda del Papa sabe lo que hace su derecha.

Encuentra casi cómico el particularismo que el Papa practica y estimula, pues contradice el formato curial “de una Iglesia que debe ser la misma en todo el mundo porque debe vivir y pensar de modo similar”.

Un Papa que se sale del protocolo y de programa para hablar espontáneamente con expresiones como “quién soy yo para juzgar” pone a la curia en aprietos a la hora de explicar lo que quiso decir. Además, Francisco no parece tener claridad sobre los vínculos entre libertad religiosa, política y economía.

La lógica de los que rechazaron a Jesús no ha cambiado

Agrega a sus críticas que Francisco tiene poco interés por el clero y que su lectura diferente del Catecismo crea confusión. Reitera, por consiguiente, que debería tener una adhesión más férrea a la continuidad y tradición de la Iglesia.

Con este documento sin firma está circulando la carta de un laico irlandés, Eamon Sweeney, como respuesta al antiguo curial. En ella un sacerdote del templo de Jerusalén le escribe a Jesús, sumo sacerdote, para quejarse porque habla demasiado de los pobres y muy poco de la Ley. “Nuestros predecesores, agrega, se apoyaban en los sacerdotes del templo, usted actúa con demasiada autoridad”.

“Apela demasiado a la muchedumbre y promete novedades”, como cualquier demagogo. “Los cambios deben hacerse sin que la multitud se dé cuenta”, recomienda.

Exaspera a los sacerdotes del templo la conducta de Jesús. Mientras Juan, el bautista, oraba y ayunaba, Jesús come con pecadores. “Lo que necesitamos es represión para el pecador”.

Y esa fijación de Jesús en las ovejas también es motivo de crítica: “lo importante no es el sufrimiento de las ovejas, sino que la Ley permanezca”.

También molesta su vida sencilla “porque pone al descubierto a los demás”. Y hay que admitirlo: “usted proviene de un medio rústico y estrecho” y no puede evitar que esa experiencia marque su modo rústico y estrecho de hablar y de ver las cosas.

Y como no sigue los consejos de quienes tienen experiencia en el templo, la espontaneidad es su enfermedad.

El paralelo que evidencia el irlandés entre este sacerdote del templo y el antiguo curial, deja en evidencia que la lógica de los que rechazaron a Jesús es la misma que rezuma la carta anónima.

Uno podría concluir que estas acusaciones y reproches son parte del precio que Francisco tiene que pagar por parecerse tanto a Jesús.