Editorial

Apasionados por el Evangelio

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EDITORIAL VIDA NUEVA | El lema de este año para la celebración del Día del Seminario –Pasión por el Evangelio habla de entusiasmo, de vida, de ilusión. Se ha usado la palabra “pasión”. Se pide con ello que el perfil del candidato al sacerdocio esté lleno de pasión. Es algo muy propio de los jóvenes, que buscan vivir con pasión todo aquello que acometen. Y, hoy por hoy, la pasión ha de ser una de las principales exigencias para la tarea evangelizadora que tenemos por delante.

Formar candidatos que tengan auténtica pasión por presentar a la persona y el mensaje de Jesús es un reto de gran envergadura porque entraña fidelidad, supone riesgo y demanda entrega.

Forjar sacerdotes que, en medio de las dificultades, vivan la labor de llevar el mensaje del Evangelio con pasión pide igualmente que en el período de formación se tengan en cuenta muchos factores claves. La pasión no es solo algo que afecte a lo emotivo, sino que también alcanza a la configuración entera de la persona que ha dado el paso y ha decidido ir descubriendo su vocación y preparándose para ella.

La pasión no es solo algo que
afecte a lo emotivo, sino que también
alcanza a la configuración entera de la persona
que ha dado el paso y ha decidido
ir descubriendo su vocación.

Tres retos importantes servirán para encauzar esta pasión. En primer lugar, un discernimiento que no eluda el aspecto humano. Es importante que esta pasión tenga en la madurez humana su encuadre más claro. Personas que, si bien han de forjarse aún, tengan en su haber la posibilidad comprobada de construir una personalidad recia y fuerte. No puede servir el sacerdocio de escape ni de refugio o para camuflar con la pasión las deficiencias personales. Muchos de los problemas de madurez humana que hoy arrastra el ministerio consagrado se podrían evitar con este planteamiento.

En segundo lugar, una entrega que sirva a la fidelidad a Dios y al hombre y a la mujer que han de ser evangelizados. No se trata de un trabajo ni de un pasatiempo, sino de una vida entregada, con todas las consecuencias que ello acarrea. Formar candidatos a sabiendas de que, aun teniendo en cuenta el lógico cansancio posterior, deben forjarse en la dureza de la vida de un ministerio que hoy se vive, la mayoría de las veces, a la intemperie.

La forja de este carácter de austeridad, fortaleza y serenidad ayudarán, y mucho, a la evangelización en terrenos áridos y en tiempos difíciles como los que estamos viviendo.

La entrega no es de un solo día, sino de toda una vida. Y para ello han de prepararse los candidatos, evitando que el período de formación sea, solamente, un oasis placentero. En este aspecto cabe destacar la importancia que tiene la formación para la caridad pastoral con los más débiles, una de las claves que más ayudan a la hora de la entrega total.

La entrega no es de un solo día,
sino de toda una vida. Y para ello
han de prepararse los candidatos,
evitando que el período de formación sea,
solamente, un oasis placentero.

Y en tercer lugar, una eclesialidad que no debe reducirse a una serie de normas caprichosas, sino a un talante abierto al abanico eclesial.

En muchas ocasiones, la formación intelectual, seria y abierta, puede ser de ayuda para mantener una mentalidad que no le aleje del mundo, con los criterios bien ajustados, pero también con la actitud de diálogo que los haga servidores de la verdad de Dios y de la verdad de los hombres, sin estilos excluyentes, aun dentro de la misma variedad eclesial. La pasión puede cegar, cuando lo que debiera es abrir más la mente.

En el nº 2.793 de Vida Nueva. Del 17 al 23 de marzo de 2012

 

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