‘Vida Nueva’ hace un guiño a ‘Iglesia viva’

Jesús Sánchez Camacho, periodistaJESÚS SÁNCHEZ CAMACHO | Periodista

En el número anterior, los directores de Vida Nueva describían sus primeros pasos en la revista. Soltar las amarras y empezar una aventura siempre cuesta. Y, más aún, si no puede predecirse el tiempo en alta mar. O si la embarcación precisa de reconstrucción. O, todavía más grave, si el rumbo a tomar es discutido entre sus tripulantes. Esa era la Iglesia del posconcilio. Y Vida Nueva quería ser una humilde marinera para remar mar adentro, con los ojos fijos en el Capitán.

No se podía decir lo mismo de otras publicaciones de información religiosa, cuya miopía cesaropapista les impedía ver más allá de los tres pilares del Movimiento: el ejército, la Falange y la Iglesia. Esta última entendida como comunidad hecha a imagen y semejanza del búnker.

El 6 de agosto de 1966 (nº 534), Vida Nueva anuncia el nacimiento de un marinero más para la travesía posconciliar: Iglesia viva, una revista que, editada por Desclée De Brouwer y dirigida por un consejo con miembros como Fernando Sebastián y José María Setién, estaba preparada para una renovación teológica no resignada “a vivir en los salones de esgrima intelectual” (Iglesia viva, nº 1). Su proyecto consistía en “difundir y ampliar la mentalidad teológica conciliar” a la luz del aggiornamento, y las fuentes bíblicas y patrísticas. Una luz que, en nuestra Iglesia, no llega a rincones donde algunos soplidos inmovilistas la hacen parpadear.

Publicado en el nº 3.001 de Vida Nueva. Ver el sumario

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