Unidad

(Ángel Moreno, de Buenafuente) De siempre he unido la Basílica de san Pablo Extramuros con el ecumenismo, mas no sabía por qué. Tengo grabadas en mi memoria la convocatoria del Concilio Vaticano II por Juan XXIII, precisamente el 25 de enero de 1959, y la de la apertura del Año Paulino, el 28 de junio de 2008.

He tenido el privilegio de visitar el templo de la mano de un monje amigo, quien me ha explicado la sucesión de hechos que han convertido la tumba de san Pablo en referencia ecuménica. 

La construcción primera, llevada a cabo por Constantino, diseñada posteriormente por Teodosio (s. IV), tiene en el ábside un mosaico en el que se puede leer el nombre del Apóstol en griego y en latín. En el siglo XI, a los diez años de ruptura entre Oriente y Occidente (1064), el emperador de Bizancio regala las puertas, que hoy cierran por el interior la puerta santa; en el sigo XIX, el virrey de Egipto, autoridad de los coptos, regala las columnas de alabastro para el baldaquino, y el zar de Rusia ofrenda dos altares de malaquita. Oriente y Occidente, los cristianos de rito ortodoxo y latino, tienen en la Basílica de san Pablo un lugar de oración y encuentro que aspira a la comunión total.

En el nº 2.645 de Vida Nueva.

Compartir