Una meta por alcanzar

(Camilo Maccise– Mexicano, expresidente de la Unión de Superiores Generales)

“En una sociedad pluralista en la que muchos no admiten los principios religiosos, la Declaración de los Derechos Humanos expresa unos valores morales comunes que hay que aceptar y observar”

Se acaban de cumplir 60 años de la Declaración Universal de los Derechos Humanos proclamada por la ONU. Una caricatura hacía alusión a este aniversario mostrando niños famélicos, chabolas, terroristas, escenas de guerra, destrucción y torturas, enfermos desamparados. 

Al frente, un terrorista y una mujer hambrienta cargando a una criatura  brindaban con una copa. El autor de la caricatura quería dar a entender con ironía cómo aún estamos lejos de que esa Declaración se ponga en práctica. 

Muchos derechos humanos son descaradamente violados y quedan impunes. Hay estados que, mientras firman los principios de la dignidad humana, cometen abusos intolerables. El cristianismo encuentra la base de su compromiso con los derechos humanos en la convicción de que “están fundamentados en última instancia en Dios creador, quien ha dado a cada quien la inteligencia y la libertad”. 

En una sociedad pluralista en la que muchos no admiten los principios religiosos, la Declaración de los Derechos Humanos expresa unos valores morales comunes que hay que aceptar y observar. Se ha dicho con razón que, ante la realidad de genocidios, guerras, pobreza e injusticia, se requieren otros 60 años o más para que los derechos humanos sean respetados en todo el mundo. De todas maneras, el documento firmado por la ONU no es inútil, porque señala la meta por alcanzar y ayuda a tomar conciencia de la distancia que separa la teoría de la práctica. 

La mejor manera de celebrar este aniversario es un creciente respeto de los derechos humanos no sólo por parte de las instituciones civiles, sino también de las religiosas, que muchas veces no acaban de superar, especialmente en procesos doctrinales, formas de actuar obsoletas que contradicen algunos derechos de la persona humana.

En el nº 2.643 de Vida Nueva.

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