Un viaje hacia la Cristosfera

 JESÚS SÁNCHEZ CAMACHO | Profesor CES Don BoscoJesús Sánchez Camacho, profesor CES Don Bosco

Dejó el mundo de la materia. Abandonó su tan querida biosfera, descalzándose de las sandalias del pescador que les sirvieron para pisar tierras, cuyo fenómeno humano iluminó y deslumbró. Y era él quien se deslumbraría el día de la Resurrección de 1955, para empezar su viaje hacia el punto omega. Quedarían nimias sus elucubraciones sobre la idea de un evolucionismo teleológico; o su empeño en el diálogo con un materialismo darwinista y un dogmatismo eclesiástico, obstinados en un discurso apologista.

Pierre Teilhard de Chardin en VNDejaría de estudiar a los mamíferos del terciario medio e inferior de Europa; de hacer periplos, como el del Crucero amarillo con André-Gustave Citroën; o incursiones, como la de Java, investigando a los Pithecanthropus. También cesaría de esconder su pecado original y sus escritos de la esfera pública, como cuando se exilió veinte años en China, siendo fiel a su voto de obediencia. Porque el 10 de abril de 1955 dijo adiós a una materia originaria que evolucionaba, no de manera mecánica. Una materia con conciencia propia, progresando hacia un Cristo cósmico que elevaría la historia y la humanidad. Dejó Le milieu divin, para experimentar en plenitud la noosfera.

Hace cinco décadas que Pedro Miguel Lamet, quien de 1982 a 1987 dirigirá Vida Nueva, dedicó un reportaje al paleontólogo, geólogo, filósofo, teólogo y místico Pierre Teilhard de Chardin, en el décimo aniversario de su muerte. Para el gaditano periodista no era fácil ensalzar las grandezas de un compañero suyo en el Ad maiorem Dei gloriam. Teilhard había sido puesto en el ojo del huracán por el Santo Oficio a través de un decreto en 1958, que demandaba retirar todas sus obras de las bibliotecas; y un Monitum en 1962, que advertía el peligro de su pensamiento.

Hoy, muchos, siguen poniéndole la etiqueta de hereje panteísta, pese a que los papas del posconcilio hayan valorado su trabajo. Lamet asegura que su propósito consistió en “reconciliar su siglo con Dios”. ¿Acaso no es esa la función de todo teólogo en su peregrinación por la biosfera? Así pensaba entonces el escolástico cuando apuntalaba su fides quaerens intellectum.

En el nº 2.942 de Vida Nueva

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