Un sueño ‘sostenible’

ALBERTO INIESTA | Obispo auxiliar emérito de Madrid

“Los agnósticos de buena voluntad no solo no tienen que temer del chip cristiano, sino que deberían recibirlo como una fuerza y un camino para la construcción de un mundo mejor…”.

Yo también tuve un sueño, el sueño utópico de una sociedad a la vez ideal y posible, que tendría que asentarse sobre dos bases: compartir y colaborar, añadiendo el fermento del humanismo cristiano. Me explico:

Primera base, compartir y repartir. Es lo que de alguna manera, aunque imperfecta, ya se hace en las sociedades modernas a través de los impuestos, diferentes según los propios ingresos, para mantener el llamado Estado de bienestar, que habría que sostener de manera sostenible, valga la redundancia.

Segunda base, co-laborar; estimular la responsabilidad de los ciudadanos por el bien común. Por ejemplo, pagando religiosamente los impuestos, votando en las elecciones, participando en asociaciones de vecinos o de voluntariado, acudiendo a una manifestación pacífica, ahorrando el consumo de agua, de electricidad, de bolsas de plástico, cuidando del reciclado en los contenedores, participando en movimientos sociales de diversa índole, etc. Cada uno en lo que pueda, claro.

Finalmente, introduciendo el fermento del humanismo cristiano, que siempre aportaría una fuerza y un aliento especial aun desde el punto de vista social. Aunque los cristianos no siempre hemos sido coherentes con el Evangelio, el cristianismo ha sido en general un fermento que oxigenaba, saneaba y sostenía la vida de la sociedad, como se puede comprobar en las vidas de los innumerables santos de la historia.

En la doctrina social de la Iglesia tenemos, además, un programa que podría servir de orientación a la vez amplia y concreta para construir una sociedad más humana y más fraterna.

Los agnósticos de buena voluntad no solo no tienen que temer del chip cristiano, sino que deberían recibirlo como una fuerza y un camino para la construcción de un mundo mejor. Aunque no podamos suprimir del todo el misterio del pecado, del mal y del dolor, siempre podemos trabajar por una utopía posible y sostenible.

En el nº 2.792 de Vida Nueva.

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