Un sueño que se hizo verdad

(Juan Rubio-Director de Vida Nueva)

En el trascoro de la catedral de Canterbury, histórico centro europeo de peregrinación glosado por Geoffrey Chaucer en sus Cuentos de Canterbury, se levanta una capilla dedicada a los mártires del siglo XX. Entre ellos está Martin Luther King. I have a dream fueron las palabras con las que empezó su mítico discurso ante el monumento de Lincoln. Por soñar le arrebataron la vida en Memphis hace ahora cuarenta años. Un sueño de igualdad con raíces bíblicas, arraigado en la trascendencia. I have a dream en el que las mujeres no sean cosificadas, en el que la infancia y la vejez sean protegidas. Un sueño de vida desde el útero a la tumba; un sueño de paz y fraternidad en el fragor de la guerra; un sueño de quietud en la prisa y de frescura en el bochorno; un sueño que devuelva dignidades arrancadas a jirones. Las iglesias comparten el mismo sueño, aunque no el mismo camino. Un sueño de manos entrelazadas buscando el hilo de Ariadna que nos saque del laberinto inmanente. Hoy tengo un sueño de color esperanza con ángeles variopintos en la escala de Jacob, con lamentos hechos sonrisas; con críticas menos amargas y con sudores secados por manos amigas. Es posible soñar. No renuncies a soñar. Trata de ver las señales que te lleven a los sueños y no pierdas la esperanza, que es el sueño del hombre despierto, que decía Aristóteles. Aunque te sometan o te injurien; aunque te sobornen o calumnien; aunque te echen a la cuneta y borren tu nombre. Nunca renuncies a soñar. I have a dream, dijo el mártir de la igualdad, y hoy en muchos rincones del planeta el sueño se hizo verdad. Urge el ejercicio de soñar al que invita el altar de Canterbury, en un rincón de Kent.

Publicado en el nº 2.608 de Vida Nueva (Del 12 al 18 de abril de 2008).

 

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