Un sueño para el 2054

(Joaquín L. Ortega– Sacerdote y escritor)

“El 1054 fue el año en que Miguel Cerulario declaró la ruptura teológica y disciplinar, y cuando el papa León IX respondió lanzando la excomunión contra el patriarca de Constantinopla. Y a pesar de algunos intentos -como el del Concilio de Florencia, en 1439- seguimos en pleno cisma, en situación escandalosamente antievángelica”

Soñaron en su día Kennedy y Juan XXIII y han soñado en nuestros días Benedicto XVI y Obama. Aparte de que para soñar no hace falta ser ni papa ni amo del mundo. Hay sueños para todos. Por ejemplo, los cristianos, católicos y ortodoxos ¿no podríamos ponernos a soñar en la unión de nuestras Iglesias para el 2054? Fue hace ya casi un milenio cuando ocurrió el cisma que rasgó en dos mitades a la Cristiandad.

El 1054 fue el año en que Miguel Cerulario declaró la ruptura teológica y disciplinar, y cuando el papa León IX respondió lanzando la excomunión contra el patriarca de Constantinopla. Y a pesar de algunos intentos -como el del Concilio de Florencia, en 1439- seguimos en pleno cisma, en situación escandalosamente antievángelica. Hoy valdría la pena intentar de nuevo la unión.

Benedicto XVI ha propuesto la unidad entre los cristianos como objetivo primordial de su pontificado. En los últimos lustros menudean los cruces de gestos y de viajes entre Roma y Estambul. Pablo VI y Atenágoras, Bartolomé y Juan Pablo II son el mejor ejemplo. En el último Sínodo romano, el Patriarca ecuménico habló en la Capilla Sixtina a los obispos y al Papa. Existen ya foros mixtos para debatir y pronunciarse, con voz común, sobre los problemas de nuestro tiempo. Crece el ecumenismo de los sentimientos junto al de los conceptos.

Así las cosas ¿no sería un sueño legítimo recomponer en el 2054 lo que se descompuso en el 1054? Aún contando con que las fechas son cosa de Dios, sería cuerdo y congruente llegar, unos y otros, al 2054 en condiciones de que pueda ocurrir lo ya tan largamente soñado.

En el nº 2.645 de Vida Nueva.

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