¿Un Sínodo trascendental para la vida de la Iglesia?

papa Benedicto XVI anuncia la convocatoria del Sínodo para la Nueva Evangelizacion
papa Benedicto XVI anuncia la convocatoria del Sínodo para la Nueva Evangelizacion

Benedicto XVI convoca el Sínodo para la Nueva Evangelizacion, en junio de 2010

GRUPO DE SACERDOTES DE LA ARCHIDIÓCESIS DE ZARAGOZA (*) | Todos sabemos que el Sínodo de Obispos es una asamblea convocada por el Papa, en la que participan obispos escogidos de las distintas partes del mundo. Y se reúnen para estudiar las cuestiones que se refieren a la vida de la Iglesia universal, ayudando al Papa con sus consejos. [¿Un Sínodo trascendental para la vida de la Iglesia? – Extracto] | [Especial La nueva evangelización]

El término “sínodo”, “camino con”, “caminar en compañía de”, implica un darse las manos para enfrentar la misma tarea. Es mucho mejor que avanzar en solitario. Toda Asamblea sinodal, y con mayor razón la actual, representa para la Iglesia entera una llamada a despertar inquietudes, ponerlas en común y cooperar en búsquedas y realizaciones. No hay duda de que el caminar de la Iglesia, en sus distintos niveles, está llamado a ser siempre sinodal.

Cuando se habla de que algo es trascendental, se quiere decir que es valioso, muy importante, o de gran influencia y con notables repercusiones.

Ahora bien, ¿somos conscientes de que lo tratado en el Sínodo afecta a todos y cada uno de los bautizados? ¿Tendrá este Sínodo consecuencias trascendentales en la vida de la Iglesia?

En el horizonte del Sínodo sobre la Nueva Evangelización

El 19 de junio fue presentado en Roma el llamado Instrumentum laboris. Es la síntesis o resumen de todas las sugerencias que fueron llegando para preparar este Sínodo en respuesta a los cuestionarios que, previamente, habían sido enviados a todas las diócesis. Por tanto, no es un escrito cualquiera. Es un documento oficial que nos trae ecos y voces de la Iglesia universal. ¿Seremos capaces de acoger y multiplicar esas voces, o permitiremos que se apaguen de nuevo y por largo tiempo?

Al comienzo de dicha síntesis leemos que “la próxima Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, que tendrá lugar del 7 al 28 de octubre de 2012, tiene como tema La nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana (IL, 1). Se anuncia así, al mismo tiempo, el marco temporal del encuentro y el tema central del mismo. Pero, ¿qué hay detrás de ese enunciado?

En primer lugar, y como respuesta a los Lineamenta, varias preocupaciones e inquietudes; y, después, un conjunto de asuntos vitales que serán objeto de debate durante las tres semanas de reuniones sinodales.

Rino Fisichella, durante un encuentro con nuevos evangelizadores en octubre de 2011

En esta ocasión, hay problemas graves de por medio. El citado documento menciona, entre otros, el creciente número de personas que abandonan la Iglesia –“una verdadera apostasía silenciosa”– (IL, 69), y los enormes desafíos provenientes de los cambios sociales que se han dado en las últimas décadas (IL, 16, 49); además, nos encontramos con instituciones eclesiales que no muestran la credibilidad de sus acciones y de su propio testimonio (IL, 32).

A lo ya mencionado, hay que añadir las ingentes dificultades para la transmisión de la fe hoy (IL, 39), y las exigencias de la nueva evangelización (IL, 77, 87, 158, 164). Como se puede comprobar fácilmente, son asuntos que necesitan mucha reflexión y estudio; y, después del discernimiento necesario, se tendrán que hacer las propuestas que haya que hacer sin vacilaciones ni temores. ¿Es normal que dejemos pasar esas tres semanas sin reacción alguna?

Algunas claves fundamentales

El Instrumentum laboris nos dice que este es un momento de especial significación, y nos hace caer en la cuenta de que toda la Iglesia disfruta de una oportunidad excepcional. “Se celebra el quincuagésimo aniversario de la apertura del Concilio Ecuménico Vaticano II, el vigésimo aniversario de la publicación del Catecismo de la Iglesia Católica, y se abre el Año de la fe, convocado por el papa Benedicto XVI” (cfr. IL, 2).

Estos son los cauces en los que se sitúa la andadura del Sínodo. Y, en consecuencia, hay una meta que alcanzar: “El Sínodo será una ocasión propicia para poner en evidencia la necesidad de conversión y la exigencia de santidad que todos estos aniversarios estimulan” (IL, 2). Se trata de unos objetivos que siempre han formado parte de las propuestas de la Iglesia, pero ahora con sello de urgencia.

Si la Iglesia entera se siente cuestionada
en su ser y en sus prácticas y costumbres,
¿es imaginable que la Asamblea Sinodal
se contente con apaños superficiales,
sin entrar a fondo en los problemas?

Se afirma también, con todo énfasis, que la exigencia de la transmisión de la fe, en las actuales circunstancias, “debe ser un cuestionamiento de la Iglesia sobre sí misma (…) y pone en discusión a toda la Iglesia en su ser y en su modo de vivir” (IL, 39). Estas formulaciones resultan asombrosas.

Es necesario que las grabemos bien y que las reflexionemos a la luz del Evangelio para sacar conclusiones. Si es verdad que la Iglesia entera se siente cuestionada en su ser y en sus prácticas y costumbres, ¿es imaginable que la Asamblea Sinodal se contente con apaños superficiales, sin entrar a fondo en los problemas?

No a todas horas podemos sentir con tanta fuerza el palpitar de la Iglesia en relación a su propia misión, ni disponer de una ocasión como esta para asumir una mayor implicación en la búsqueda de soluciones.

El documento de preparación para el Sínodo plantea, junto a la conversión personal y una mayor calidad del testimonio (IL, 158), la revisión de los procesos de transmisión de la fe (IL, 131) y la necesidad apremiante de conversión y renovación de la Iglesia entera, sin excluir nada, ni a nadie; ni personas, ni instituciones (cfr. IL, 32, 72,77, 79). Si el Sínodo se toma en serio las cuestiones planteadas, ¿no debería ser el comienzo de una nueva etapa en la vida de la Iglesia?

Y nosotros, ¿qué?

Aunque solo fuera por todo esto que venimos señalando, valdría la pena esforzarse para que esas pequeñas semillas, sembradas ya oficialmente a través de dicho documento, pudieran germinar y dar fruto, en lugar de caer en el olvido. Todos tenemos la posibilidad de leer, estudiar y analizar, individualmente y en grupo, el Instrumentum laboris. Sería una pena que, debido a nuestros desánimos acumulados, por descuido, o por no caer en la cuenta de su importancia, dejásemos pasar este “tiempo oportuno”.

Sería una pena que, debido a
nuestros desánimos acumulados,
por descuido, o por no caer en la cuenta de su importancia,
dejásemos pasar este “tiempo oportuno”.

En las páginas del Instrumentum laboris corre ciertamente una brisa nueva. Pero, ¿se convertirá esa brisa en viento fuerte que “llene toda la casa”? (cfr. Hch 2,2). Es decir, ¿se llegarán a formular propuestas concretas para conseguir “una mayor calidad del testimonio” y nuevos planteamiento en la iniciación cristiana?

Junto a la firme adhesión al Evangelio que nos pide la celebración del Año de la fe, junto a la alegría del encuentro personal con Jesucristo, ¿contribuirá este Sínodo a la renovación-reforma de las instituciones eclesiales?

Puede ocurrir que los debates sinodales pasen a la historia sin pena ni gloria; que se queden en más papeles, más doctrina, y poca vida. Sin embargo, hay posibilidades de lo contrario; es decir, que el Sínodo esté lleno de “la fuerza que viene de lo alto” (cfr. Lc 24,49), y que tenga consecuencias memorables, como ocurrió con el Concilio Vaticano II.

Sabemos que los tiempos han cambiado y que han aumentado las dificultades; pero también sabemos y creemos que la palabra del Maestro mantiene su plena validez: “Lo que es imposible para los hombres, es posible para Dios” (Mt 18,27).

(*) Los firmantes de este artículo son: Fausto Franco Martínez, Florián Cuenca Arrizabalaga, Gregorio Forniés Roche, José J. Pérez Benedí, José I. Blanco Berga, Manuel Liarte Guardia y Raúl Romero López

En el nº 2.818 de Vida Nueva.

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