Un Pontífice sabio y audaz

CARLOS AMIGO VALLEJO | Cardenal arzobispo emérito de Sevilla

“Desde el encuentro con los informadores en el avión que le conducía al Líbano, el Papa ha dejado perfectamente claro cuál era la motivación de su viaje y el mensaje que debía ofrecer…”.

Benedicto XVI nos tiene acostumbrados a tomar valientes decisiones y a afrontar problemas y situaciones difíciles con una fortaleza digna de los mejores elogios. Se puede pensar en sus gestos y palabras condenando la pederastia y emprendiendo las acciones necesarias para terminar con ella. Los llamados Vatileaks, con la filtración de documentos reservados. La cuestión de Ratisbona y la incorrecta interpretación de las palabras del Papa sobre los musulmanes. Los viajes a Turquía, Israel y Palestina. La presencia en el Reino Unido, que terminó con distanciamientos de siglos. Y ahora, el Líbano. Un sucesor de Pedro verdaderamente audaz y sabiendo que el Espíritu del Señor le acompaña.

Desde el encuentro con los informadores en el mismo avión que le conducía al Líbano hasta el mensaje final en el aeropuerto de Beirut, el Papa ha dejado perfectamente claro cuál era la motivación de su viaje y el mensaje que debía ofrecer, no solamente a los católicos, sino a musulmanes y judíos, a los dirigentes políticos y a las fuerzas sociales.

Esta santa audacia del Papa se ponía de manifiesto al confesar que nadie le había aconsejado renunciar a este viaje ni él mismo nunca había contemplado esa posibilidad. “Cuando la situación se hace más difícil, más necesario es ofrecer este signo de fraternidad, de ánimo y de solidaridad”, dijo.

La llamada primavera árabe puede verse como un deseo de mayor democracia, libertad y de una renovada identidad árabe. Pero tiene el riesgo de olvidar el derecho a la libertad que tienen también otras personas.

La paz y la convivencia entre los distintos grupos religiosos sería tema permanente en todas las intervenciones del Pontífice. La coherencia entre la fe y la vida, la libertad religiosa, el diálogo y la condena del fundamentalismo estarían presentes en los mensajes de Benedicto XVI.

La paz, con la responsabilidad y la participación de todos, es el gran compromiso. Pero no se puede construir la paz sin defender la vida. La primera tarea es la de educar en la paz si se quiere construir una cultura de paz con un profundo sentido de la justicia y del bien común.

Es necesario el diálogo respetuoso entre los distintos grupos cristianos y los hermanos de otras religiones. Un diálogo que debe estar basado en la fe en un Dios Uno y Creador. El fundamentalismo es una falsificación de la religión, pues la actitud del creyente debe ser el mostrar claramente que cada hombre es imagen de Dios y, por tanto, digno del mayor respeto y aprecio. La violencia nunca resuelve los problemas, sino que los agrava.

La libertad religiosa es un derecho fundamental, con unas dimensiones sociales y políticas indispensables para la paz. No es suficiente la tolerancia, que no solamente no elimina las discriminaciones, sino que incluso puede reafirmarlas. La paz no se impone por la violencia, sino por la fuerza de la misma verdad.

Decía Benedicto XVI: “Esta reflexión sobre la paz, la sociedad, la dignidad de la persona, sobre los valores de la familia y la vida, sobre el diálogo y la solidaridad, no pueden quedar con el simple enunciado de ideas, pueden y deben ser vividas” (A las autoridades, Palacio de Baabda, 15-9-2012).

En el nº 2.816 de Vida Nueva.

 

VIAJE DE BENEDICTO XVI AL LÍBANO:

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