Tres aniversarios

(José Luis Corzo– Profesor del Instituto Superior de Pastoral de Madrid) 

“Ha seguido un gran silencio al pansexualismo de aquella época [los años 60]. Mis 40 años de sacerdocio me han ido convenciendo de que el automatismo sexo-religión era una intromisión en el Evangelio”

De haberla oído antes, me hubiera ahorrado cábalas sobre el cambiazo que trajo el 68. Una buena anécdota vale mucho. Ésta es un trozo de vida real que presencié hace más de 40 años sin darme ni cuenta de la luz que irradiaba. Acabo de revivirla en los labios de su protagonista: una buena cristiana, madre de 5 hijos y abuela de varios nietos. Con su marido, también un cristiano observante, decidieron un día consultar a su respectivo confesor. Ya iban por el cuarto hijo y su vivienda, un interior de 70 m2, no daba más de sí, ni sus fuerzas tampoco. Así que el mismo domingo y en la misma iglesia consultó cada uno algún otro medio para controlar el embarazo. Las respuestas: divergentes. Camas separadas, dijo un confesor, más ignorante aún de la holgura permitida por los 70 m2, que de la permitida por una sana conciencia cristiana. A ésta precisamente apeló, en cambio, el otro confesor. 

Yo estudiaba entonces Teología en la Gregoriana y aguardaba la Humanae Vitae entre dos profesores de Moral que discrepaban abiertamente entre sí como los dos confesores de la parroquia madrileña. La encíclica tardó en salir un par de años más (1968), como mi ordenación sacerdotal; y tres más, el 5º hijo de aquella pareja.

Semejantes consultas, tan graves en la vida de la gente, hoy asombran más que la contradicción en las respuestas. Ha seguido un gran silencio al pansexualismo de aquella época. Mis 40 años de sacerdocio me han ido convenciendo de que el automatismo sexo-religión era una intromisión en el Evangelio.

Por eso, al libertinaje del 68 hay que unir, tal vez, aquellos excesos pastorales para poder comprender mejor el vacío de los confesionarios, encajar el descrédito y pedir perdón.

En el nº 2.636 de Vida Nueva.

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