Tierra de penumbra

NORBERTO ALCOVER, sj, escritor y periodista | Finales de un junio abrasador de cuerpos y de espíritus en una España pendiente de sus parlamentarios, expuestos a un dramático debate sobre el Estado de la Nación, el último en que tomaría parte el actual presidente del Gobierno, un José Luis Rodríguez Zapatero embridado por las circunstancias, como tanto le ha gustado proclamar para evitar asumir propias responsabilidades…

N. Alcover

Paisaje después de la batalla

Finales de un junio abrasador de cuerpos y de espíritus en una España pendiente de sus parlamentarios, expuestos a un dramático debate sobre el Estado de la Nación, el último en que tomaría parte el actual presidente del Gobierno, un José Luis Rodríguez Zapatero embridado por las circunstancias, como tanto le ha gustado proclamar para evitar asumir propias responsabilidades.

Frente a él, ese hombre barbudo y elegante, siempre a verlas venir, a la espera del fracaso ajeno y seguro de que algún día llegará a La Moncloa: Mariano Rajoy, gallego en ejercicio, paciente hasta la extenuación, que nunca ha noqueado a su adversario, pero que lleva largos años castigándoles el hígado político sin piedad. A su alrededor, compañeros de partido, enemigos impertérritos, sollozos latentes y sonrisas luminosas. El final de la escapada.

Finales de junio de 2011. Difícilmente olvidaremos tres días de infarto. Pero a estas alturas, ya estábamos cansados y solamente deseábamos pasar página y dejarnos de adioses emborronados de falsos abrazos en el hemiciclo. Recomenzar. Recuperar un mínimo sueño. Y dormir en paz a pesar del calorazo ambiental.

Tierra de penumbra

Al final, el presidente producía tristeza porque argüía desde un poder colapsado, ya en manos de Alfredo Pérez Rubalcaba, su sucesor a partir del 9 de julio, en que la Ejecutiva Federal lo reconocerá como tal a efectos político-legales.

Qué tristeza, también, contemplar los aplausos del sucesor, casi paternales, y el rostro cariacontecido de personajes ilustres como los ministros Ángel Gabilondo, Ramón Jáuregui, Elena Salgado y tantos más, además de la terrible tristeza de un Manuel Chaves ante su propio final tras tantos días de vino y rosas andaluzas.

Se aplaudía al líder al borde del KO técnico, mientras la bancada marianista era una sucesión de mejillas sonrosadas por el enervamiento que siempre produce el poder cuando se tiene a mano.

En la tribuna, los portavoces nacionalistas golpeaban al presidente herido pero, a continuación, le deseaban felicidad personal y familiar. Seguramente correspondía a un sentimiento veraz, pero un suave cinismo se dejaba escapar de tales palabras, exageradamente finas y educadas.

Váyase en paz, señor Rodríguez Zapatero, y no retorne con su perdiz mareada, parecían decirle. En todo caso, dedíquese a vender su Alianza de Civilizaciones en el Magreb y en Afganistán, susurraban las dagas desenvainadas.

Gobierne quien gobierne en el próximo futuro,
se hacen completamente necesarios pactos de Estado
en todas aquellas materias fundamentales
para la vida en común.

El rostro entre cenizo y ojeroso del presidente, que solamente era puro pasado, se abría paso camino del coche oficial a las puertas del hemiciclo, tantos días ámbito de gloria y de victoria. Y la tierra que pisaban sus pies cansados era tierra de penumbra. El sol de aquellos mítines en Vista Alegre había desaparecido. Y el sol que caía sobre Madrid solamente aumentaba su insoportable levedad de ser un político en desguace. Con Rubalcaba al fondo…

Urgencia desde España

Los españoles, ante el espectáculo narrado y comentado, permanecemos entre expectantes y un tanto escépticos, porque llevamos tres años con juguetes nominalistas e ideológicos. Ahí están nuestros casi cinco millones de parados, un grupo sustantivo ya sin subsidio alguno. Ahí sestean los créditos bancarios negados al ciudadano medio. Y las ganancias de las grandes empresas y bancos, que, a su vez, llevan a cargo expedientes de regulación de empleo como si los trabajadores fueran ganado ya marcado para siempre. Y la Ley de Dependencia venida a menos ante la desesperación, en general, de tantas mujeres. Y los pagos hipotecarios. Y la cesta de la compra.

Y menos mal que está Cáritas para echar una mano, menos mal. Una mano que debiera avergonzarnos a todos. Los falsos líderes discuten entre sí, pero mientras se baten en duelo, nosotros, los españoles, nos desangramos.

Gobierne quien gobierne en el próximo futuro, se hacen completamente necesarios pactos de Estado en todas aquellas materias fundamentales para la vida en común. Porque existen partidos en la medida en que los ciudadanos existimos. Y porque, tal y como dice el texto constitucional, el dueño del Estado es el Pueblo. Nosotros.

En el nº 2.761 de Vida Nueva.

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