Tiempo de renovar estructuras

JOSÉ ANTONIO MORILLAS BRANDY, SJ, correo electrónico | Con Francisco hace falta un aditivo capaz de facilitar el encaje de la alta dirección de la Iglesia con los pastores que están en cada diócesis. Algunos, inflamados de ortodoxia y pendientes de ropajes, protocolos, ceremonias y discursos –que no homilías– más aptos para una disertación en un centro eclesiástico, necesitan “caerse del caballo” para descubrir lo nuevo de esta tierra.

Incluso evitan citar las nuevas formas de vida sencilla y cercana del Pontífice, que ha roto los “moldes” de una institución donde primaban la pompa y el boato. Y mucho menos sus palabras para presentar un Evangelio que es buena noticia y entendible a los más sencillos. Es como dar a entender que “esto no va conmigo” y “lo acepto” porque no tengo más remedio.

Sobran actitudes excluyentes y particularismos personalistas. Como los obispos que, teniendo en su sede una facultad teológica, al disentir de sus enseñanzas progresistas, crean otra o un centro confeccionado a “su imagen y semejanza” y desplazan a los más avanzados hacia otros enclaves, sin mediar muchas veces un mínimo diálogo. Ahí, como en otros asuntos, debe intervenir la congregación romana pertinente.

Lo que la Iglesia necesita es una postura de diálogo con un mundo cambiante, con menos orgullo y autosuficiencia, sin escandalizarse porque el Papa se haya abajado a lavar los pies a una mujer en Semana Santa. Estamos en un momento de la historia donde hay que buscar a tientas, en actitud de diálogo, con humildad, con deseos de aprender de otras culturas y religiones. Como decía el cardenal Vidal y Barraquer, es preciso poner el bálsamo de la dulzura para que no chirríen las relaciones entre los que defienden unas u otras posturas ante los complejos problemas de un mundo que camina a pasos vertiginosos.

Aunque en el cónclave haya habido consenso para elegir a Bergoglio, no sin una dosis de asombro para propios y extraños, es necesario dar pasos para renovar estructuras y poner a las autoridades en los sitios –no cargos para medrar– donde presten un mejor servicio. Y que no sean estorbo para avanzar en el diálogo con las ovejas que están en las fronteras o más lejos.

Son esas gentes sencillas, algunas creyentes y otras “desconectadas” o desencantadas de la institución, las que, nada más saber que el Papa era latinoamericano y jesuita, nos llamaban para felicitarnos. No así, en cambio, otros “limítrofes” en las tareas pastorales. Lo que da a entender muchas cosas…

En el nº 2.855 de Vida Nueva

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