Tiempo de oportunidades

Sebastia TaltavullSEBASTIÀ TALTAVULL ANGLADA | Obispo auxiliar de Barcelona

“Probablemente sea este el reto más importante para un nuevo ensayo ‘pastoral’: descubrir y poner a plena luz lo que hay de Evangelio en el corazón de las personas y de los pueblos…”.

Al pastor –de ahí viene la palabra “pastoral”– le va bien dejarse llevar por las sorpresas que va descubriendo en su trabajo de “apacentar las ovejas”. Más bien, dejarse interpelar para servir mejor. Muchos lo sabéis por propia experiencia. ¿Acaso no es cierto que la satisfacción que va unida a una generosa acción pastoral proviene de haber aprovechado aquellas oportunidades que han sido una magnífica ocasión de compartir y transmitir con gozo la experiencia de la fe?

Aunque a veces nuestra presencia como Iglesia sea percibida con cierta extrañeza o incluso como algo inútil, no es superfluo pensar que el tiempo que vivimos nos plantea un reto sagrado, y con él también muchas sorpresas: contextos nuevos y cambio permanente, comprender y hablar otros lenguajes, sensación de insignificancia o quizá de inmensa pobreza. Jesús ya advertía: “Y el tiempo actual, ¿no lo conocéis?”.

Probablemente sea este el reto más importante para un nuevo ensayo “pastoral”: descubrir y poner a plena luz lo que hay de Evangelio en el corazón de las personas y de los pueblos, y ayudar a descubrirlo viviendo la cercanía de sus gozos y esperanzas, de sus tristezas y angustias.

El Espíritu anda metido en ello y hay que ser sensibles a sus discretas mociones, a la vez que estar dispuestos a recibirlo como viento impetuoso cuando nos pide cambios más radicales y nos anima para una misión que puede parecer imposible.

La caridad pastoral, la del Buen Pastor, ha de llegar a todos los ámbitos de la vida y reconvertirse en caridad familiar, en caridad política, en caridad profesional, en caridad económica, en caridad catequética, en caridad social, en definitiva, en el amor que todo lo transforma. Hay muchas “oportunidades” para ello y tenemos la posibilidad de hacerlo de una manera muy singular y significativa, como Jesús.

En el nº 2.810 de Vida Nueva.

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